Capítulo 18

Pasaron los días sin que Natalia y Alessandro volvieran a cruzarse.

Ella, decidida a no desperdiciar aquel tiempo libre, lo dedicó a familiarizarse con cada rincón de la imponente villa. Por las mañanas solía recorrer los jardines a pie, dejándose envolver por el aroma de los rosales y el murmullo de las fuentes; otras veces conducía uno de los pequeños carros rústicos hasta los límites de la propiedad. Visitó los extensos viñedos y, fascinada, descubrió las bodegas donde se almacenaban los vinos más preciados de la familia. Allí, uno de los encargados le enseñó el arte de la cata; desde ese momento, se declaró amante de los tintos.

Cada paso que daba era observado con discreción por el personal de la casa. Al principio aquello la incomodaba, pero pronto aprendió a ignorar las miradas, acostumbrándose al ritmo de aquel nuevo mundo.

Su amistad con Ofelia se fortaleció con rapidez. Todas las tardes, Natalia acudía a la cocina para merendar junto a ella. La italiana, con su calidez mater
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