KEILY
Doy un salto cuando Marcello abre la puerta de golpe, haciéndola chocar contra la pared del dormitorio. Me incorporo completamente, con los ojos muy abiertos y llenos de terror, observándolo hasta que por fin habla.
—¿Cómo diablos entraste en mi oficina? ¿A quién llamaste? —ladra, quedándose en el umbral, con la furia escrita en todo su rostro.
Ya sabe que escapé y llamé a mi madre. ¿Cómo demonios se enteró tan rápido? Creí haber sido tan cuidadosa al dejar su oficina tal como estaba.
Mi corazón late con tanta fuerza que parece querer salirse de mi pecho, y siento que voy a vomitar. A estas alturas sé que no tiene sentido mentirle. No se le pueden ocultar secretos. Más vale confesar.
—Forcé la cerradura de la puerta corrediza y caminé por el borde hasta llegar al cobertizo. Lo siento mucho, Marcello. ¡Te juro que la única persona a la que llamé fue a mi madre! —grito entre sollozos.
—¿Ah, sí? Porque vi que también intentaste llamar a emergencias, y por tu propia seguridad ese nú