Pero ella no reaccionaba. En él se notaba la desesperación y preocupación al ver a su gran amor de la infancia en esas condiciones inhumanas. Al tomarle el pulso, noto que era débil. Sin pensarlo, la levantó en sus brazos y corrió hacia la puerta para llevarla a un hospital.
Al salir del cuarto, Sam lo intercepto en el pasillo:
—Paulo, ¿qué estás haciendo? ¿A dónde la llevas?
—¡Esta grave! ¡Necesita un hospital ahora! ¿No ves que está desmayada y ensangrentada? Necesita un médico — asintió con desesperación.
—Paulo, no cometas una estupidez. Llévala de vuelta a su cuarto y no te metas en problemas que no te incumben, antes de que…
Paulo lo miró con determinación, y lleno de rabia lo interrumpió.
—¡Cállate! —rugió Paulo—¿Quién te crees para darme órdenes? No dejaré que ella muera…No sé qué hace aquí, pero la sacaré de inmediato de este lugar.
Paulo, desesperado, se giró para marcharse, pero un golpe de pistola en su cráneo lo derribo, cayendo al suelo desmayado junto a ella. Sam recogió a Amira y la llevó de vuelta a la cama, mientras que arrastraba a Paulo inconsciente a la sala, dejándolo caer en una silla con la cabeza sobre la mesa.
A los pocos minutos, Paulo volvió en sí, sintiendo un fuerte dolor en su cabeza que lo mareó por completo. Al tocar su cabeza ensangrentada recordó todo lo que había sucedido con Amira. Él intentó levantarse, pero el fuerte mareo lo hizo volver a caer en la silla.
Sam se le acercó fingiendo remordimiento:
—Señor, perdón por lo que hice, pero no tenía elección. Si usted sacaba a la señora Amira de esta casa, su padre me habría matado. Tuve que hacer lo necesario para sobrevivir.
Paulo asintió con dolor, ignorando las palabras de Sam, y se acercó para preguntarle:
—¿Dónde está Amira? ¿A dónde la llevaste? —Su voz temblaba de angustia
—Ella está bien, está en su cuarto. Déjala descansar…
—¿Cómo va a estar bien? — replico Paulo, furioso— ¿No viste que estaba sangrando? ¡Podría haber perdido a su bebé! ¿Acaso no te diste cuenta?
Sam respondió con frialdad:
—Ya la atendieron. Puedes estar tranquilo. Nada malo le sucederá.
—¿Quién la atendió? ¿Qué hace ella aquí? ¿Fue mi padre? ¿La tiene secuestrada? ¡Dime qué demonios está pasando aquí! — exigió, completamente desconcertado.
—Paulo, ¿qué te pasa? Amira es la esposa de tu padre. ¿Acaso… no lo sabías?
Paulo se quedó completamente en shock. No podía creer lo que había escuchado. ¿Amira, su primer amor, casada con su padre? El mundo pareció girar a su alrededor. Se frotó el rostro con ambas manos, intentando procesar la información de Sam mientras contenía la rabia que lo consumía.
—¿Esposa de mi padre? ¡¿Te has vuelto loco?! —frunció el ceño
—Lo siento, Paulo. No estaba enterado de que no lo sabías. Hace años que no tenemos noticias tuyas… Pensé que tu padre te lo habría mencionado.
—¡No, nunca me lo menciono! —grito Paulo, con los puños temblando— ¿Cómo pudo hacer esto sabiendo lo que sentía por ella? Entonces… ¿fue él? ¿Él le hizo eso? —preguntó, llevado por la ira
—Tu padre llegara pronto. Él te explicará todo. Solo recuerda… por qué estás aquí, ¿entiendes? No te metas en lo que no te importa.
—¡Cállate! ¡Te dije que no me dieras órdenes! —empujó a Sam con el hombro y avanzó hacia el cuarto de Amira.
Esta vez, Sam no lo detuvo ya que Assim estaría llegando en cualquier momento. Paulo se detuvo frente a la puerta, respirando profundamente mientras se preparaba para volver a ver a Amira después de tanto tiempo. Necesita saber la verdad.
Finalmente tomó valor y golpeó la puerta. Desde dentro, una voz quebrada respondió:
—¿Qué quieren? Por favor…Déjenme en paz.
Paulo abrió la puerta con cuidado y la vio acurrucada bajo las cobijas. Se acercó y susurró:
—Amira, soy yo, Paulo. Por favor, dime cómo estás —dijo con voz quebrada.
Ella retiró lentamente la manta, sin creer lo que escuchaba. Al reconocerlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Era real? ¿Una nueva oportunidad para escapar se le estaba presentando? De un salto, se lanzó a sus brazos, sollozando sin control.
—¡Paulo! ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí? ¿Viniste por mí? —Lo abrazó con fuerza, como si temiera que desapareciera— Gracias… gracias por venir.
Paulo contuvo las lágrimas al ver su estado. Su padre era el monstruo que la había reducido a esto por tanto tiempo.
Amira corrió a cerrar la puerta y lo llevó a la cama, susurrando urgentemente:
—¿Cómo llegaste? ¡Estás loco! Si Assim te encuentra aquí, nos matará a ambos. Dime… ¿sabes cómo salir de este infierno? —Sus ojos brillaban con una mezcla de terror y esperanza.
Paulo tragó saliva. Las lágrimas rodaron por su rostro al ver su desesperación.
—Me duele verte así… Por favor, dime, ¿quién te lastimó?
—Eso ya no importa —susurró ella— No es la primera vez que me lastiman. Pero tú… ¿tienes un plan? ¿Podemos huir? —preguntó con esperanza.
—Amira, yo…
De pronto, el sonido de la puerta interrumpió a Paulo. Ambos giraron la mirada hacia la entrada. Donde Assim aparecía en el umbral. Amira entró en pánico al instante; se levantó de la cama con un movimiento brusco y se interpuso entre Paulo y Assim, suplicando con voz entrecortada:
—¡Por favor, Assim! No le hagas nada… Te lo ruego. Él ya se va a marchar. Solo déjalo ir, por favor...— los nervios la invadieron por completo.
Assim la interrumpió con una carcajada burlona:
—¡Vaya! Parece que ya conociste a mi hijo. Paulo... —hizo una pausa dramática —¿Por qué crees que le haría daño? ¿Te has vuelto loca? —continuó riendo con desdén.
Paulo bajó la mirada, incapaz de sostener la de su padre, mientras Amira, desconcertada, lo observaba alternando entre ambos. Finalmente, con un hilo de voz, le dijo:
—¿Su hijo? Paulo, ¿qué está sucediendo? —preguntó Amira, completamente desconcertada, mientras las carcajadas de Assim resonaban en la habitación.
Paulo se levantó e intentó abrazar a Amira, pero ella se aparto bruscamente, mirándolo fijamente, mientras las lagrimas resbalaban por su rostro.
—Paulo, dime qué está pasando. ¿Por qué Assim dice que eres su hijo? —Las lágrimas resbalaban por su rostro, mientras el nerviosismo la invadía y sus esperanzas se desmoronaban.—Lo siento, Amira…—¡Cállate! —Amira lo interrumpió con voz temblorosa—. ¿Todo este tiempo has sabido lo que tu padre me ha hecho y nunca hiciste nada? ¡Eres un desgraciado, igual que tu padre!—Amira, por favor, detente. Déjame explicarte. Yo no sabía que eras la esposa de mi padre ni que estabas asi, en estas condiciones… —Luego volteó a mirar a su padre con los ojos llenos de traición —. ¿Por qué nunca me dijiste que te habías casado? ¿Por qué le has hecho esto a ella?Assim se acercó a Amira, deslizando su brazo alrededor de su espalda con falsa ternura:—Lamento no haberte invitado a nuestra boda, hijo. Estabas tan ocupado estudiando en Italia que no quisimos distraerte. Además, ella está perfectamente bien —miró a Amira con una sonrisa forzada—. ¿Verdad, cariño? —La miró mientras sonreía.Amira observó a
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba en
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q
Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.De
—Ya no podemos hacer nada por Jim, Emilio. Él se sacrificó por nosotros. No dejemos que su muerte sea en vano. ¡Vámonos antes de que Assim nos alcance! —exclamó Amira mientras las lágrimas bañaban su rostro.Emilio la tomó con fuerza de la mano y continuaron corriendo. Aunque el miedo los invadía, él intentaba mantenerse fuerte por ella. Amira miraba hacia atrás constantemente, temerosa de ser seguida. Corrían con tal desesperación que no notó cuando perdió sus zapatillas. Sus pies descalzos sangraban, dejando un rastro en el camino pedregoso.El sonido de una camioneta y disparos al aire los sobresaltó. Amira, a pesar del dolor, seguía adelante llena de miedo. Sabía que detenerse significaba la muerte. Emilio, al ver acercarse el vehículo, sintió lágrimas de impotencia. Sabía que Assim llevaba ventaja, pero no se rendirían.De pronto, Amira sintió un agudo dolor en la espalda. Aunque intentó seguir corriendo, sus fuerzas flaqueaban. Emilio trató de jalarla, pero ella se detuvo brusca
Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:—¿Por qué