Con una de mis garras hice un corte no profundo en su brazo izquierdo, del cual empezó a sangrar mucho.
Una de la linterna cayó al suelo, quiso ver que era eso que corría por su brazo y al ver la sangre se asustó cuando volvió a mirar hacia delante. Estaba yo sentado, tenía la cabeza de lado mirándola, mis ojos brillaban en la oscuridad.
—va-Vael— solté un gruñido.
—y-yo-no-no te tengo miedo— soltó un respingo por lo rápido que me levanté y le susurré al oído.
—¿Por qué estás temblando?—Mi voz era varonil, aguda y áspera, lamí su mejilla con mi lengua espinosa y temblaba.
—Mataste a esos lobos, ¿por qué?—preguntó. Estaba tan nerviosa que la voz no le salía del todo bien, alimentando aún más mi ego.
—No mato inútiles, princesa, pero a ti te voy a matar ahora— la tomé por un brazo y la llevé hasta la silla, amarré sus brazos detrás de su espalda y tapé su boca con un pedazo de tela de su vestido. Sus piernas la abrí a cada lado, apagué la luz, todo era oscuro, solo yo podía ver. Ella es