Luz brotó de su palma, formando una lanza blanca. La lanzó directo al pecho de Fenris, atravesando el aire como un rayo. El impacto explotó en destellos que iluminaron todo.
Pero Fenris apenas retrocedió un paso, el pecho humeante, antes de sonreír.
—Mejor. Pero sigues conteniéndote.
Seraphine jadeaba. La sombra dentro de ella susurraba:
«Déjame salir. Déjame tomar el control. Yo puedo derrotarlo. Solo tienes que ceder… un poco.»
Ella cerró los ojos, conteniendo la voz.
—No. No soy tuya. No soy de nadie.
Cuando los abrió de nuevo, luz y sombra se habían fundido. Su cuerpo se rodeó de un aura plateada y oscura, mitad luminosa, mitad sombría.
Fenris la miró, y por primera vez su expresión se volvi&oa