Soren soltó una risa breve, gélida. —Sé más de lo que imaginas. Llevas ese colgante, ¿no? Bien. Eso significa que nuestro camino debía cruzarse aquí.
Alzó la mano. De las sombras emergieron varios soldados Bloodshadow, apuntando sus armas directamente a Seraphine.
—Dámelo, hermanita —dijo Soren, sus ojos brillando de manera extraña—. El colgante. Y te dejaré marchar.
Seraphine los miró a todos, y luego volvió su atención a su hermano. Lágrimas brillaban en sus ojos, pero su voz salió firme: —No he llegado hasta aquí para entregarte nada.
Un silencio denso.
Y entonces, Soren sonrió. —Entonces lo haremos a la antigua usanza.
Chasqueó los dedos.
Las tropas Bloodshadow cargaron.
Seraphine saltó a un lado, la bala impactó con