La visión de tres monumentos de hombre me deja con la boca abierta, es que es justo lo que me recetó Val para mi limpieza anual.
El mayor es un tipo de unos cincuenta años, rubio, un tanto cobrizo (¿Se teñirá? O algo se debe hacer porque se ve perfecto), de ojos azules, excelentemente vestido en una tenida informal de jeans y camisa arremangada, ¡Dios está como el vino!
Los otros dos, deben ser sus hijos porque son muy parecidos, aunque su color de pelo es más rojizo, el más joven viene enfundado en unos jeans ajustaditos, que le resaltan ese trasero curvilíneo que estoy envidiando y una polo negra que muestra su trabajado pecho. En cambio el mayor aparece de estos muñequitos Ken, cabello bien peinado, suéter de líneas en azul y amarillo y un pantalón de tela que uff, estoy segura que ese paquete que tiene delante está custodiado por unos bóxer apretaditos.
¡Me los como!
Pero hay algo que me resulta familiar en ellos, esos ojos…
¡Me cago en dios!
Miro a los tres hombres fijamente y por complexión son muy parecidos al angelito ese y los ojos no ayudan tanto ¿cuál será?
El almuerzo comienza de lo más simpático que he visto en este último tiempo, los hermanos O’Connor, sí, ahora ya se su nombre y apellido, se sientan cerca de Jex y Dani, la parejita del momento. Todo el grupo está tenso y yo ni idea de lo que pasa, pero la cosa se empieza a colocar color de hormiga cuando el menor de ellos empieza a interrogar a todo el mundo, sus preguntas son un tanto molestas y hasta Val se siente incómoda, cosa difícil porque le encanta hablar de las locuras de la familia.
Veo como Alma trata de llevar la fiesta en paz, pero Val explota.
—Tanta pregunta, los abogados están por allá y creo que ustedes le hacen a la construcción no al derecho.
—Perdón si los ofendí con mis preguntas, pero como somos nuevos en el país a los únicos que conocemos son a Thomas y Dani, era solo para tener un tema de conversación — dice el que ahora sé que se llama Christian.
—Estás perdonado, lo siento, pero no estamos acostumbrados a los interrogatorios por placer—Alma, como siempre, sale con una de las de ella y el ambiente comienza a distenderse, pero cuando Thomas mete su lengua veo de nuevo la molestia de varios.
—A propósito, les hemos conseguido asistente para que no sigan molestando más.
—¿En serio? Gracias por prestarnos a Daniela, ella— ¿qué onda con Dani? Estos tipos parece que estuvieran enamorados de ella ¿les gustaran los tríos? Puede que me postule al cargo ¿no?
—No, no, no James. Ya te dije que no te cedería a Daniela. Rocío— y ahí viene Thomas con su posesividad sobre Dani, pero lo entendía, era su cable a tierra.
—Dígame señor Scott— tan divina ella, vestida con unos shorts a la cadera una polera que se ve deleitable.
—Ellos son los clientes de los que te hablé.
—Ah, hola señores O’Connor, será un placer trabajar con ustedes mientras mis jefas terminan de instalar su oficina.
—No era precisamente lo que queríamos, pero— se va armar el desmadre en diez, nueve, ocho…
—Si no les gusta que sea yo, ni modo señor Scott, no tengo porqué estarles rogando, al parecer no necesitan una asistente y solo están molestando— qué lengua mujer, me encanta.
—Oh, no, por el contrario señorita…
—Arismendi, Rocío Arismendi.
—El gusto es nuestro ¿Cierto James?—uy el chiquito habló y ya me gustó, pero.
—Si, por supuesto, será un gusto trabajar con usted señorita Arismendi— m****a, la voz se parece, pero no sé, más se parece la del menor.
—Señores O’Connor, una pregunta — interrumpo la disputa antes de que pase algo peor, pero mi bocota me delata que ya me estaba aburriendo — ¿Son así de hijos de puta en la vida real? Y no me malinterpreten, pero siento que cada vez que abren esas boquitas que dios les dio es para molestar a alguno de los presentes. ¿Les gusta ser tan insoportablemente metiches? ¿nacieron así o fue producto de su crianza?
—Mira cabecita de algodón de azúcar, no te permito—¿Qué me dijo cómo? Estoy a punto de responderle, pero Thomas me la gana.
—¡James, no te permito que vengas a insultar a nadie en mi casa!—¡Qué cosita tan bella!
—¡Pero si es ella la que me ha insultando, Thomas!— era cierto, pero fui amable ¿no? pero el fue un tantito petulante, voy a intervenir, nadie me viene a decir cabecita de algodón.
—Si las palabras que le acabo de decir le han ofendido, le ofrezco disculpas, señor O’Connor, pero usted verá, desde que llegaron a la casa de mis amigos lo único que han hecho es ser unos impertinentes, no sé si será defecto de nacimiento o una tara de la infancia, pero como lo habrá notado acá todos somos buenos amigos y no tendemos a molestar a la gente cuando somos atacados como lo ha hecho usted por el color de mi cabello.
—Eres muy insidiosa mujer, no querrás saber lo que pasa si te metes conmigo.
—Uy, mira como me tiemblan las piernas.
—¡Niños! ¿Qué pasa aquí?
—Nada, nada, mamá, solo un conflicto de intereses ¿Cierto James?—el idiota nos mira molesto, pero es tan hijito de papá que recula y le habla bonito a Blue, pendejo.
—Así es, solo una diferencia entre la señorita y yo—hijo de la gran... bueno creo que la tiene porque se nota marcadita.
—Ah… ¿Es verdad Savannah?— es una bruja, me río internamente y le respondo, ya saben, políticamente hablando.
—Nada del otro mundo, Blue. Es sólo que los señores O’Connor son un poquito metiches y debo decir que me sentí un poquito incómoda, pero ya vez, todo solucionado.
—Me parece, a propósito, te iba decir que el color de tu cabello me encanta, ya el rosa chicle estaba muy trillado.
—¿Tu crees que este color se me ve mejor? ¿No parezco algodón de azúcar?—le guiño un ojo y le sonrío al idiota.
—¿Qué? ¿Estás loca? Te ves divina, nunca le hagas caso a los que te digan algo por tu forma de ser o de vestir. Tú vales por como eres, los accesorios son solo eso, accesorios.
—Cómo me caes tan bien, te iré a buscar unos dulcecitos de los que hizo Dani, aunque esperaba tus churros.
Camino tranquilamente hacia la mesa donde están los dulces, el idiota me mira con rabiar y como me encanta molestar le guiño un ojo y le doy mi mejor sonrisa de comercial de dentífrico.
Qué se cree el niño bonito, que voy a aguantarme la afrenta, pues está muy equivocado.