SABRINA
—¡Por Dios, Sabrina! —bramó quebrada mi hermana, poniéndose de pie y rodeando la mesa para venir a mí y fundirnos en un abrazo—. Esto era todo lo que quería de ti, que te convirtieras en lo que eres ahora; una mujer fuerte que puede arreglársela solas sin depender de nadie.
—Todo te lo debo a ti —susurré y ella negó.
—Tal vez no quieras escucharlo, pero ambas sabemos que el responsable, es solo él…
Me mordí el labio inferior y respiré hondo para no llorar.
—Lo sé, Lina. Pero él ya no está y solo me resta perseguir mis sueños, sola.
—Sé que volverá.
—Tal vez para entonces, ya sea demasiado tarde o demasiado pronto. No dejaré a un lado las cosas que deseo hacer porque él decida regresar.
—Sé de lo que hablas. —Besó mi frente—. Espero que encuentres todo lo que buscas y la vida te brinde lo mejor de ella en este viaje contigo misma.
—Espero que tú también seas muy feliz, Lina.
Ella sonrió, regresando a su asiento.
—¿Cuánto tiempo duraría todo esto? —preguntó mi padre y suspiré.
—