CAPITULO 50

SABRINA

Al ingresar al elevador, me llevé una mano al pecho y comencé a sollozar. Aunque no pareciera a sus ojos y al de los demás, dolía profundamente entender que todo estaba mal entre Piero y yo. Aparecerse aquí, solo me dio indicios de que no lo conocía en absoluto y que definitivamente, a veces el amor no era suficiente… como leí en un libro donde dos personas que se amaban tardaron años en comprender muchas cosas de sus vidas.

Saliendo del lugar, sequé mis lágrimas y caminé hasta un bar irlandés que se encontraba a unas calles de allí. Ingresé sin mirar a nadie y tomé asiento en una butaca frente a la barra para pedir un trago. Me sentía perdida, completamente sin rumbo y no sabía si la estúpida idea que se me acababa de formar en la cabeza no sería un completo desastre que agravase más aún, las cosas entre él y yo.

¡Había venido desde Francia a buscarme y me estaba comportando como una tonta!

Sin embargo, no podía hacerlo de otra manera… no sabía lidiar con los estúpidos miedos
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