Una creciente necesidad por él.
Punto de vista Valeria
No sé qué se le cruzó por la cabeza a Marcelo cuando decidió aparecerse en mi casa. Aunque mi primera reacción fue querer echarlo, a él y a ese pequeño tigre de utilería que traía —pobrecito, más parecía una criatura de pesadilla que una mascota—, la verdad es que mi corazón lo pedía a gritos. Los abracé a ambos, aprovechando la excusa del reencuentro… necesitaba sentirlo, necesitaba que sus brazos me rodearan.
—¡Listo! El gatito ya está comido, limpio y listo para dormir. Se quedará en la habitación con Luna… y nosotros —le dije a Marcelo con una sonrisa, después de casi una hora cuidando al minino.
—¿Y yo? ¿Dónde se supone que voy a dormir? —me respondió con un puchero que me sacó una carcajada.
—Obviamente en el cuarto de invitados.
—¡Ay, no Valeria! Para dormir solo me hubiera quedado en mi mansión… déjame quedarme contigo.
—Marcelo, son las dos de la madrugada, estoy agotada. Anda, ven y acuéstate a mi lado.
Sin decir una palabra más, empezó a quitarse la r