Marcelo
Los días que siguieron fueron más sombríos que los anteriores. Me sentía atrapado en una depresión de la que no tenía fuerza para salir, y a eso se sumaba todo lo que estaba ocurriendo con Samantha. Sería una necedad decir que su situación no me afectaba; la verdad es que me golpeaba con fuerza. No porque aún sintiera amor por ella, sino porque resultaba devastador imaginarla tan sola y al borde de la muerte.
Por suerte, tenía a Estrella. Ella era mi ancla, lo único que realmente me daba razones para seguir adelante.
—¿Sabes, mi niña? Si no fuera por ti, ya no estaría aquí —le dije mientras le daba de comer.
—¡Pa! ¡pa! —fue su tierna respuesta. Aquellas sílabas eran suficientes para arrancarme una sonrisa.
Estaba por terminar de alimentarla cuando mi teléfono sonó. Era un número desconocido. Contesté con el corazón acelerado, como si en el fondo esperara que fuera Valeria, que al fin decidiera darme alguna explicación.
—¿Hola?
—¿El señor Ventura? —preguntó una voz femenina al