¿Qué pasa cuando dos personas que solo saben huir… terminan corriendo en la misma dirección? Bastián Schneider lo tenía todo: una esposa perfecta, una vida planificada, un apellido que pesa más que el oro. Hasta que todo se derrumbó. Abandonado sin explicación, huye con su hijo Liam a Sierra Verde, un pequeño pueblo rodeado de montañas, silencio y heridas que no dejan de sangrar. Allí, intenta aprender a respirar sin culpa. Y a sostener una relación con un niño que ya no sonríe. Bárbara Montenegro es la mejor en lo que hace: una cirujana intervencionista brillante, temida y aislada, con cicatrices que no solo están en su cuerpo. Nadie se atreve a preguntar qué esconde su mirada afilada. Y ella no da respuestas. Pero cuando Liam —silencioso, roto— llama a Bárbara por un nuevo nombre… algo cambia. Ella no cree en los milagros. Bastián ya no cree en segundas oportunidades. Y Liam solo quiere volver a sentirse a salvo. En un hospital donde el silencio pesa más que los bisturíes, entre pasillos helados y cicatrices que no sanan, tres vidas descubrirán que amar no siempre es fácil… pero quedarse puede ser la forma más valiente de sobrevivir.
Leer másLas voces de la televisión rompían el silencio de la sala.
Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.
Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.
Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.
Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.
— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.
Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.
—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.
El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.
Liam tomó la servilleta que su padre había colocado junto a su plato y se limpió la boca antes de bajarse de la silla y caminar hacia la salida, donde estaba su bolsón colgado junto a algunos maletines ordenados.
Después de ponerse el bolsón, que casi era el doble de su tamaño, se giró hacia Bastián, con esos ojos dorados y rasgados iguales a los suyos.
—Estoy listo, papá —dijo con su vocecilla que, a pesar de carecer de emoción, para Bastián sonaba adorable.
Bastián le dedicó una sonrisa y se levantó, siguiendo su ritmo.
Ambos salieron de casa temprano esa mañana. Liam caminaba a su lado, intentando seguir el ritmo con sus pequeñas piernas.
Bastián le agarró la mano antes de salir para acomodarse a su paso, pero a veces sentía que debía detenerse para ajustarse a él.
—¡Mira a quién tenemos aquí! ¡El pequeño príncipe y su papá! —dijo la señora Parker, una mujer de unos 60 años, sonriendo ampliamente al ver a Liam, quien se escondió detrás de la pierna de Bastián.
—Liam, dile hola a la señora Parker —le dijo Bastián en tono calmado.
El niño apretó la mano de su padre y saludó con la mejor voz que pudo. Bastián quiso disculparse, pero la señora Parker se río a carcajadas.
—Es tan adorable, debe ser difícil... —comenzó. Bastián sabía a dónde iba eso. Levantó a Liam por debajo de los hombros y lo sostuvo en sus brazos.
—Despídete de la señora Parker, Liam —concluyó Bastián antes de escucharla. Liam escondió la cabeza en el cuello de su padre y levantó la mano en señal de despedida.
Eso era lo mejor que podía ofrecerle en ese momento.
—Hasta luego, señor Schneider, pequeño príncipe —dijo la señora Parker con una gran sonrisa.
No era que tuviera algo en contra de la agradable señora Parker, pero Bastián había pasado bastante tiempo evitando las conversaciones largas después de descubrir que dos años eran suficientes para que ella formulara sus propias teorías sobre la vida de Bastián y eran desde si su esposa trabajaba en la gran ciudad hasta que era viudo y ninguna de sus constantes preguntas le gustaban.
Aprendió a que las conversaciones no duraran más de un minuto hasta que pisaran terreno peligroso.
Ambos se dirigieron al hospital. Al llegar, Liam seguía recostado en su hombro.
En plena mañana de lunes, la emergencia estaba colapsada. Doctores iban y venían por todos lados. Bastián se dirigió a la recepción.
—Hola Bas, buenos días —saludó Elena, la recepcionista. Una mujer en sus 20, que había llegado a ese trabajo de casualidad, como muchos. Conocía a Elena desde que llegó a este pueblo y a este hospital; siempre había estado pendiente de Liam y de él—. El pequeño se quedó dormido, es increíble que pueda con todo este ruido.
Bastián miró el rostro durmiente de Liam y acomodó su bolsón en su hombro.
—Subiré, ¿tienes los documentos de ayer? —pregunto Bastián cuando vio el cambio en la expresión de Elena. Parecía dudar en decir algo. Levantó una ceja, encontrándose con su mirada. Ella no podía ocultarlo bien. — ¿Qué sucede?
—Señor Schneider... —empezó Elena. "Uh-oh," siempre que Elena usaba su apellido, significaba problemas. Levantó una torre de papeles que apenas podía sostener y la colocó en el escritorio. Eran folders manila apilados. — Intenté decirle que con uno bastaba, pero la Reina del Trombo —dijo más bajo, casi en un susurro, mirando a los lados— siguió trayendo uno tras otro y no pude detenerla.
—¿Ella? —repitió Bastián, viendo el primer folder manila con la palabra "IMPORTANTE" escrita con una horrible caligrafía. Debajo había otro folder con "AUN MÁS IMPORTANTE," y el tercero decía "TRIPLEMENTE IMPORTANTE." Ni siquiera tenía que leer el remitente; ya sabía de quién se trataba.
"La reina del trombo," es quien ha hecho su vida imposible desde que llego al Hospital General de Sierra Verde. La jefa del departamento de radiología siempre enviaba solicitudes de compras con presupuestos exorbitantes. ¿Cómo alguien sin sentido común llegó a ser jefa de un departamento completo?
“Que sea buena en su área no la hace inteligente en otras”. Pensó Bastián
Hace dos años, cuando llegó a Sierra Verde por primera vez con una vida reducida a dos maletas y con un niño de 3 años en brazos, pensó que podía hacerlo.
Volver a reconstruir su vida “perfecta” después de que Adelaida, su ex esposa, le dejara una carta en la mesa anunciando su partida, con un claro énfasis en que no la buscara, fue suficiente para que el mundo de Bastián tambaleara.
Por lo que tomó sus cosas, a su hijo y renunció a su puesto de director en el hospital para mudarse casi al otro lado del país a comenzar de nuevo, y lo había hecho bien.
Sin contar el hecho de que desde entonces la cantidad de tiempo que creyó que pasaría con Liam se convertiría en horas de silencio sin ninguna clase de expresión.
Liam raramente sonreía, o pedía algo; apenas e incluso notaba su presencia cuando estaban en casa solo porque se preocupaba si había comido o si necesitaba algo eran sus pocas interacciones.
Era como si estuviera en un punto de no retorno, y si no encontraba la manera de acercarse a Liam, jamás podría hacerlo. Pero el asunto era que no sabía cómo hacerlo.
¡Gracias por llegar hasta el final de esta historia! Se que aun falta mucho que contar.La fiesta de caridad, Bastián enfrentando a su familia. Hoffman y Cecilia a sus anchas, lo que ocurrio realmente en el pasado de Bastián, el juicio, las consecuencias de las acciones de todos. Creo que extendí demasiado. Pero eran cosas que se tenían que contar. Ha sido un camino largo para que Barbara por fín permita que alguien como Bastián la sostenga. Pero ahi estan en ese pequeño rincon de una casa vácia con un niño durmiendo en la habitación continua... es la parte más hermosa. Quiero agradecerles de corazón que hayan acompañado a esos los tres. Espero que sigan en su viaje hasta el final. NOTA: este libro esta en proceso de reedición.
BárbaraSu visión se oscureció. Vivió una vida llena de dolor, todo lo que conoció alguna vez fue eso. No tenía idea que otras emociones serían tan abrumadoras, tan insostenibles. Nadie la preparó para esto, el amor de Isabela, el amor de Jean no eran como esto. Incluso sus encuentros casuales o las relaciones esporádicas que tuvo. Nadie jamás la miró como Bastián la miraba en ese momento. Sentía su piel erizarse, su corazón a punto de explotar y el deseo burbujeando en su piel. El la había visto en a punto de matar a Cecilia y Dios sabe qué habría pasado si no hubiese llegado, la escucho hablar de lo de Jean y en todo momento el se quedo, no la miro con lástima, el lloro por ella. Sintió su dolor y todo lo que hizo fue quedarse porque eso no la hacía menos. Sino todo lo contrario. Vargas repitió que era nada toda su infancia. Fue abandonada y traicionada. Por eso cuando Bastián decía esas palabras su mente se volvía un caos. Pasó años aceptando que no recibiría nada. No tenía
Bastián Los últimos rayos del sol desaparecieron en el horizonte. La brisa nocturna no hizo más que enfriar el ambiente. Bajo la mirada hacía Liam quien estaba en el asiento de atrás jugando con una esfera blanquecina que rodaba en sus piernitas. Barbara se había mantenido en silencio. Diría que estaba dormida pero parecía imposible considerando su nivel de alerta. Sus cejas se crispaban al escuchar un sonido demasiado alto o repentino. Tamborileaba el reposadero de la ventana con sus dedos. El insistió en llevarla a su casa de regreso a lo que Barbara se había negado al principio pero terminó cediendo cuando los ojos de Liam se posaron en ella y se iluminaron esperando su respuesta de pasar más tiempo con Lirios. Ya habían pasado unos veinte minutos cuando un edificio de aspecto viajo se alzo en el horizonte. El se parquea frente al edificio. Justo en ese entonces Barbara abrió los ojos. Estos estaban aún rojos por las lágrimas, la punta de su nariz se había enrojecido. Al meno
Bastián Arrastrar a Barbara hacia una habitación desocupada fue mucho más sencillo de lo que creyó. Su cuerpo aún se estremecía ante su toque. Por alguna razón fue lo más suave posible, como si ella fuese a deshacerse si presionaba demasiado. Liam entró de nuevo a la guardería. Así que se concentró plenamente en ella, en cada reacción, en la forma que su mejilla se hundía, o como sus ojos miraban alrededor. No parecía estar ahí, pero lo estaba. Sus piernas se movían, su cuerpo se mantenía en pie casi como si fuera automático. Bastián llegó a la realización que, por más perdida que estuviera, estaba tan acostumbrada que su cuerpo simplemente entraba en automático. Su corazón podía estar destrozado y aun así encontraba la forma de levantarse por las mañanas y continuaba. Bastián no estaba seguro de cómo lo lograba. Sus dedos se apretaron suavemente en sus brazos. Su corazón ya latía rápido después de perseguirla. Cuando la vio chocar con un doctor parecía que en cualquier momento
Bárbara—-¡Bárbara espera!Los pasos que la seguían se hacían cada ves más lejano. Cuando se dio cuenta que Bastián la tenía entro en pánico. Miro sus manos temblorosas, desprovista de color, pálidas hasta la muerte. Casi fue capaz de sentir como su corazón se detenía, y el ultimo haz de luz desaparecía, al igual que el cuerpo del Cecilia desplomado en el suelo. Corrió. El corazón se le apretó, su respiración era errática, empujo a varias personas en su camino. Solo era capaz de ver todo como un espejismo. Con los segundos alargándose. No sabía donde iba. ¿Dónde podía ir de todas formas? ¿Dónde si quiera había pertenecido? La vida se encargaba de recordarle lo que no podía tener. Lo que jamás podría alcanzar. Había matado a la única persona que de verdad quería salvar. Le quito todo. Las posibilidades que ella nunca tuvo.Recordó los ojos de todas las personas que la esperaban por una explicación fuera de quirófano, los recordó viéndola del otro lado del estrado. Los vio señala
Bárbara El eco de las gotas cayendo en un lugar lejano. El olor a hierro y cobre la sofocaban. El ambiente pesado solo la asfixiaba. Las cadenas en sus muñecas ya no pesaban, eran parte de ella, incrustadas en la piel. Los pasos que escucho a lo lejos hicieron que parte de ella se contrajera, lo que disparo un dolor agudo en todo su cuerpo. El ardor agonizante en la piel la hicieron hundirse hasta el punto de que no era más que una muñeca de trapo destrozada. Vargas acabo con ella. La última vez dijo: que se atrevía a desafiarlo. Que se atrevía a mirar hacía la puerta con anhelo y la última ves que miraba a Jean por la ventana. Mientras la arrastraba de nuevo hacía el sótano, como muchas otras veces Barbara peleo lucho con todas sus fuerzas. Sabía que no saldría de ahí. Grito y mordió. Pero cada golpe que impacto sobre ella en consecuencia fue suficiente para doblarla. Ella siguió luchando incluso si estaba desangrada en el suelo. Y él sabía que lo que tenía que hacer, tomo a un
Último capítulo