Capítulo 5

Pietro Vanderweed

Desperté con la cabeza a punto de estallar. La resaca me abrazaba como una neblina densa que no me dejaba pensar con claridad. La habitación del hotel, lujosa y moderna, parecía opresiva, como si las paredes me estuvieran aplastando. Me pasé las manos por la cara, buscando despejarme, pero todo seguía oscuro, como si mi cerebro estuviera envuelto en una niebla espesa que no me permitía pensar con coherencia. Todo se sentía raro, como si hubiese entrado en un sueño del que no podía despertar.

Alquilar un ala completa del hotel había sido necesario con tal de evitar a los chismosos que fotografiaban cada paso. 

Mi hermano Nikolas tampoco era como si colaborara con la privacidad de mi vida. 

Fiestas aquí y allá. 

Siempre en bebidas, mujeres y clubes. 

Gracias a Dios aun ningún tiempo de drogas, pero con Nikolas no puedo darme el lujo de descartar nada. 

Miré alrededor, mi vista aún borrosa. ¿Cómo había llegado hasta allí? Recordaba el olor a whisky en el aire y las risas de mi hermano, pero poco más. Había algo en la atmósfera que no encajaba, como si algo estuviera fuera de lugar. Con esfuerzo, me incorporé y me apoyé en la cama, intentando calmarme, pero el dolor en mi cabeza era insoportable.

Nikolas, mi hermano menor, se había encargado de la despedida de soltero. Aunque nunca fui un hombre de fiestas ni de excesos, él insistió en que era la última noche antes del matrimonio, la última oportunidad de —divertirse— antes de la boda. 

Yo no era de bebidas ni de esos escarceos juveniles, pero acepté. No quería parecer el hermano aburrido. Y tal vez, por una vez, quería relajarme antes de enfrentar el compromiso que se me venía encima. La boda con Valeria, una mujer que conocía solo por fotos y de oídas. Un matrimonio concertado, uno de esos acuerdos que se hacen para garantizar estabilidad y alianzas en el mundo de los negocios. Ella era una mujer bien educada, proveniente de una familia prestigiosa- al menos lo que se veía desde afuera dada la cantidad de deudas en las cuales estaba sumida su familia- y esa era la base de nuestro trato. Sabía que debía casarme con ella, y lo aceptaba. No había cabida para el amor en este tipo de uniones. Lo único importante era la estabilidad, el futuro de la compañía, y la imagen que debía proyectar.

Y prefiero mil veces casarme con una mujer con un acuerdo por escrito. Un acuerdo prenupcial, y que no se quede con nada de los bienes de mío familia. 

Nada como Serena. 

Solo pensar en ella y mis puños se aprietan volviéndose pesados. 

Odio a Serena.

No creí poder odiar a una mujer, a una persona como lo hago con ella.

Su infidelidad me descolocó. 

Me dejó sin confiar. 

Lo se. 

No tengo que ir a un psicólogo para eso. Mi diagnostico me lo facilito solo: falta de confianza en todos por la humillación que esa zorra me hizo. 

Prefiero a Valeria Nathaly Gregor.

Una completa desconocida. 

Es más fácil desconfiar de  una desconocida, que de la mujer que amé durante demasiados años. 

Cinco años. 

Un apartamento en New York, un Bentley, una tarjeta con diez mil dólares mensuales para sus gustos y lujos. La mantuve económicamente bien durante demasiado tiempo. 

¿Todo para qué?

Para que Nikolas la descubriera con otro en un club. 

Las fotos en los periódicos cotillas no pararon durante semanas. 

La modelo Serena H. le es infiel al magnate de los casinos, Filántropo y multimillonario Pietro Vanderweed,

Me harté. Sali de new york por segunda vez. La primera fue con el divorcio de mis padres. 

Demasiado para confirme. 

Ahora no lo hago. No más. 

Camino por la habitación y siento que algo me falta. Algo no está bien. 

Tengo una desazón en el pecho que me hace pensar que he olvidado algo. Pero no es posible. Todo está en orden. Me acerco a la caja fuerte que tengo en otra habitación y sigue intacta. Fajos de dinero en efectivo, un par de móviles extras, relojes, todo está allí. 

Pero algo no estaba bien. Había algo más. Algo que no podía poner en palabras.

Miré a mi alrededor, pero la habitación seguía igual, llena de silencio. Algo pasó anoche. Había olvidado tanto… y eso me asustaba.

Yo no olvido. 

No olvido nada ni a nadie. 

De repente, como un destello fugaz, vi un rostro en mi mente. No era Serena.  No era el rostro de Valeria, la mujer que debería ser mi esposa. No. Era otro. Un rostro que se desvaneció tan rápidamente como apareció, como una sombra. Me concentré, pero no pude recordarlo con claridad. Solo era una imagen borrosa. ¿Quién era esa mujer?

—¿Qué diablos...? —me dije a mí mismo, tomándome la cabeza. La sensación era la de un sueño olvidado, un sueño que se escapa con el primer rayo de sol. Pero esa mujer… su mirada, su risa, su presencia… todo eso era más real que lo que yo estaba viviendo en ese momento. Y eso me aterraba aún más.

Me senté al borde de la cama y sentí la migraña apoderarse rápidamente de mi cabeza. 

Intenté enfocarme en lo que estaba pasando, pero me costaba. El dolor de cabeza me hacía pensar con dificultad. Todo lo que sabía era que esta mañana me esperaba algo importante: mi boda con Valeria. O más bien, un matrimonio sin amor, pero lleno de responsabilidades y expectativas.

El timbre de la puerta me sacó de mis pensamientos. Con esfuerzo, me levanté de la cama y fui hacia la entrada. Ahí estaba Nikolas, con una sonrisa burlona en los labios, como siempre.

—Hermano, ¿cómo estás? —preguntó con tono despreocupado, observándome de arriba a abajo, casi como si disfrutara de mi malestar.

Lo miré confundido, mi mente aún adolorida. —No sé, Nikolas... ¿qué pasó anoche? —mi voz salió entrecortada, con el dolor de cabeza nublándome. No podía recordar nada claro. —no se poque me huele a que esto es tu culpa. Siempre es tu culpa cuando de fiestas se trata. 

Nikolas soltó una risa. 

—No te preocupes, Pietro. No pasa nada. Todo está bien. Solo te dejaste llevar un poco. Una despedida de soltero, ¿qué esperabas? —sus palabras sonaban demasiado relajadas, casi como si tratara de minimizar algo que no entendía.

Me senté en la cama, con las manos en la cabeza. 

—No soy como tú, Nikolas. No me gustan estas cosas. Nunca he sido un hombre de fiestas, ni de beber hasta perder la noción. No soy como tú. —Mi voz tenía un tono de arrepentimiento. De algo que no entendía aún, pero que ya me pesaba en el pecho. —tengo una reputación que mantener. 

Nikolas se acercó, dándome una palmada en el hombro. 

—Lo sé, hermano. Pero todos tenemos nuestros momentos, ¿no? Una última vez. Aunque, la verdad, no me creas, pero nunca vi a alguien tan fuera de sí como tú anoche. Te entregaste completamente. —Su tono se tornó más serio, y sentí una punzada de ansiedad recorrer mi cuerpo. —disfrutaste tu ultimo día de soltero. Casarse es un gran paso, hermano mayor. Era justo que soltaras un poco esa actitud tan cerrada y fría. 

Mi mente comenzaba a recuperar fragmentos. Imágenes rápidas. Los gritos de alegría, las botellas vacías de whisky, la risa... Pero algo en todo eso me incomodaba. No era solo lo que había sucedido, sino lo que no recordaba. Esa sensación de estar al borde de algo que no entendía.

—¿Qué hice anoche, Nikolas? —mi voz ahora estaba llena de ansiedad. —¿Qué diablos pasó?

Nikolas se encogió de hombros. 

—No te preocupes, hermano. Lo mejor será que olvides todo. Lo de anoche... mejor ni lo recuerdes. Lo que importa es lo que viene ahora. Tu boda con Valeria. Eso es lo único que debe importarte. —Trató de poner tono de calma, como si quisiera restarle importancia a lo que había sucedido. —no hubo fotos, si a eso te refieres. Sigues con tu reputación intacta. —el soltó una carcajada. —me encargue de pagar bien a los chismosos. Nada que tener para joderte. 

Pero algo en sus palabras no me tranquilizó. Algo en mi estómago me decía que las cosas no eran tan simples. La imagen de la mujer desconocida seguía rondando en mi cabeza, y la sensación de arrepentimiento me comía por dentro.

Miré a Nikolas, que ya se estaba preparando para irse.

 —Valeria... sí. La boda. —Respondí con tono monótono, pero mi mente seguía buscando respuestas. —hoy es la boda. 

Nikolas paró en la puerta y me miró por encima del hombro. 

—Sí, hermano. La boda. Lo que todos esperaban. Ya no te queda mucho tiempo. Ahora, mejor te vas preparando. Tienes un futuro brillante por delante. No dejes que cosas insignificantes te distraigan. Fue un momento de locura y ya te toca ser el mismo Pietro implacable. Tienes dos horas para desayunar y estar listo. Me escribes cuando lo estes para acercarnos a la oficialía.  

Pero antes de que pudiera seguir, Nikolas se detuvo un momento, mirando al suelo como si pensara en algo.

—Ah, y por cierto, Pietro... —dijo, como si recién se acordara de algo—. Te vi llegar casi al amanecer, y parecía que habías estado en la playa con alguna mujer. Pero no tenía fotos ni idea de quién era. Solo sé que, por la manera en que estabas, parecía que... bueno, parecías haber terminado algo con ella…si sabes a lo que me refiero. —dice todo pícaro y estalló en carcajadas. — buen tiro para ya establecerte y ser un hombre de una sola mujer. 

Esas palabras hicieron que mi estómago se apretara aún más. Un frío recorrió mi espalda. La imagen de la mujer desconocida volvió a mi mente, más clara que antes, pero tan fugaz y difusa al mismo tiempo. ¿Era ella? ¿Había estado con alguien anoche en la playa? No podía recordarlo.

Nikolas me miró con una ceja levantada.

 —Pero ya sabes, no te preocupes. Solo olvídalo. —Y antes de que pudiera decir algo más, se dio la vuelta y se fue, dejándome en un mar de confusión y arrepentimiento.

Mi cabeza seguía dando vueltas. Ya no solo se trataba de lo que había pasado anoche, sino de lo que había hecho, de lo que no sabía, y de lo que estaba por venir. Sabía que debía casarme con Valeria, y sin embargo, algo dentro de mí me decía que este matrimonio era lo que realmente quería. Mas bien, lo que necesitaba. 

En eso tenía que enfocarme. 

Nada más. 

Nadie más. 

Iba a casarme y no podía permitirme que nada de eso se interpusiera. 

Como siempre, dejarme llevar por Nikolas terminada en caos. 

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