Capítulo 24

El cristal de la copa tintineó cuando la dejé suavemente sobre la barra. Sentí cómo mis hombros se aflojaban apenas, como si la conversación con Lucas hubiera aflojado también algo dentro de mí. Una cuerda tensa, invisible, que había estado estrangulándome desde que llegué.

Pero la calma no suele durar mucho en este tipo de lugares.

—Valeria —escuché, como un eco seco detrás de mí.

Me giré, sabiendo de antemano a quién pertenecía esa voz. La reconocería aunque estuviera dormida, aunque me la susurraran entre un millón.

Pietro.

Estaba de pie a pocos metros, imponente como siempre, con ese aire suyo de dominio absoluto. Su expresión era un acertijo malhumorado. Los ojos entrecerrados, la mandíbula tensa, una ceja apenas levantada. No sé cuánto había escuchado ni cuánto había visto, pero lo suficiente para hacerme sentir culpable… aunque no tuviera razón.

Lucas se enderezó con naturalidad, dejando su copa a un lado.

—Pietro —saludó con una sonrisa tranquila—. Justo le contaba a tu esposa
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