Capítulo 22

En aquella reunión, me sentí como una mosca en un vaso de leche. Todo olía a dinero antiguo y a perfumes con nombres franceses que yo apenas podía pronunciar. Las risas eran suaves, los comentarios medidos, y las sonrisas... esas sonrisas educadas que no alcanzaban los ojos. Todos ahí parecían hechos de otra pasta. Más rígida. Más reluciente. Y más fríamente calculada.

Asumí de inmediato que todos eran igual de ricos que Pietro. O, al menos, lo suficientemente ricos como para ser invitados a un almuerzo de su nivel. Yo, en cambio, me sentía como si estuviera disfrazada. Hermosa, sí, no voy a mentir. El maquillista había hecho un trabajo perfecto y el vestido color perla que me había diseñado Fernán caía con gracia sobre mi cuerpo. Me sentía como una princesa de cuento… pero de uno al que no me habían invitado de verdad. Solo me habían prestado el papel.

—Estás hermosa —susurró Pietro de pronto, pegándose a mi espalda. —Lamento haberte dicho sin mucho tiempo sobre esto. Pero Nikolas me
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