Cuando Rocío pronunció aquellas palabras, una mezcla de ansiedad y alegría le recorrió el cuerpo. Sabía que tenía mil cosas en contra: su pasado, sus miedos, los peligros que los rodeaban. Pero había algo que lo vencía todo, algo más fuerte que cualquier duda: la certeza de que Mateo tenía poder. Más que Austin. Y que, a diferencia de otros, estaba dispuesto a usarlo para proteger, no para destruir.
—Está bien —susurró, casi como un suspiro.
Mateo sonrió con calidez, rozando su nariz con la de ella.
—Gracias por ese sí… aunque venga camuflado.
Rocío lo rodeó por el cuello, su voz temblaba un poco, pero no de inseguridad. Era la emoción hablando desde lo más profundo.
—Tengo miedo, Mateo. Hay tantas cosas que pueden salir mal...
—Y tienes razón —respondió él, sin tratar de disfrazarlo—. Muchas cosas pueden salir mal. Pero también muchas pueden salir bien. Y a eso es a lo que tenemos que aferrarnos. Te juro que va a salir bien. Con el tiempo, esos temores se van a ir desvaneciendo.
Ella