Rocío comenzó a llenar de besos a Sofía, la risa de la pequeña llegó hasta los oídos de Mateo y él fue caminando en dirección a esta habitación.
La puerta se encontraba entreabierta y fue en ese momento en que él miró la escena. Rocío se mostraba muy cariñosa hacia Sofía, parecía ser que su hermana se había reencarnado en otro cuerpo para darle el amor que no le pudo dar a su hija debido a que le arrebataron la vida de la manera más cruel posible.
—Creo que mi hermana te mandó a ti para darle todo el amor que Sofía necesitaba —dijo Mateo entrando al cuarto —. Parece que eres su madre.
—Pero no lo soy, señor Mateo —el semblante de Rocío cambió por completo y se puso seria —. No piense que no sé cuál es mi lugar en esta casa.
La sonrisa de Sofía había cambiado a un ceño fruncido; ella miraba a Mateo y a Rocío con total curiosidad.
—Rocío, por favor, deja de estar tan a la defensiva. En serio que no quiero que nuestra relación se encuentre de esta manera.
—Pues no sé de qué otra manera