Definitivamente esta mujer no era alguien en quien podría confiar, pero tampoco podía irme en su contra y ganar una enemiga. Mi sexto sentido me decía que debía estar alerta, que Clara no era una persona simple o que se podía tomar a la ligera.
—No muchas personas se apegan así a un niño que no es suyo —dijo, con un tono neutro, pero en sus ojos había otra cosa. Algo más afilado—. Te entregas mucho. A veces, eso puede volverse… peligroso. Para ti.
Me quedé en silencio. No porque no tuviera palabras. Sino porque entendí que había dejado de hablarme como empleada. Y había empezado a hablarme como enemiga.
—Gracias por el consejo —dije finalmente, con calma—. Pero yo ya viví el peligro. Lo conozco bien.
Clara sonrió con los labios, no con los ojos.
—Entonces seguro sabes reconocerlo cuando lo tienes cerca.
Pasó junto a mí como si no hubiera dicho nada, con pasos lentos, medidos. Dejando tras de sí el aroma de su perfume… y algo más frío. Más denso. Como un aviso.
—Ten cuidado por donde p