"Mantén la calma", se dijo a sí misma, agarrándose al borde del marco de la puerta y presionando su cuerpo contra la fría pared. Respiró hondo. Tenía una estrategia, pero era arriesgada. No lo suficientemente segura.
Con cada paso, se acercaba, su mente revoloteando con cálculos: tiempos, ángulos y opciones. Por unos segundos, los ojos abiertos y asustados de su hijo se encontraron con los suyos. En ese breve instante, Juniper lo vio todo: la esperanza, la confianza y la silenciosa súplica para que hiciera algo.
"Espera un momento", pensó. "Solo un poco más".
Pero los guardias estaban en movimiento. A Juniper se le revolvió el estómago. Podía sentir el peso de su atención sobre ella. Todo habría terminado si uno de ellos se giraba y la veía. Tendría que dejarlo atrás e irse. No podía, y no lo haría.
La mano de Juniper temblaba mientras se adentraba con cuidado en la habitación. Era imposible soportar la tensión entre el silencio y el caos exterior. Estaba casi junto a su hijo cuando o