Callum se reclinó en su silla y revisó los informes sobre su escritorio, pero algo no cuadraba. El familiar zumbido de su teléfono lo hacía sentir aún peor. Acababa de regresar de una buena reunión esa mañana, pero a medida que avanzaba la noche, la ansiedad aumentaba.
Marcus, uno de los socios más cercanos de Callum, entró en la oficina cuando se abrió la puerta. Acomodó la vista con incomodidad, evitando mirarlo directamente.
"Marcus", dijo Callum, pero al principio, Marcus pareció no oírlo.
Finalmente, Marcus dio un paso al frente y se aclaró la garganta, aunque se movió despacio y con vacilación. "Callum, tenemos que hablar".
"¿Hablar? ¿Qué pasa?" Callum frunció el ceño al percibir la tensión en la voz de Marcus.
"Creo que deberíamos revisar las cosas", murmuró Marcus mientras cambiaba de postura. "Las decisiones recientes... hay algunas... preocupaciones en la junta".
"¿Qué te preocupa?" La paciencia de Callum se agotó. "Siempre has estado ahí para mí". ¿Qué pasó?
Marcus pensó un