VICTORIA:
Regresamos a la suite para recoger nuestras cosas y regresar a la ciudad. Estábamos en silencio. Por suerte, no habíamos desempacado. Ya era de noche, pero no quería quedarme más en mi hotel; tenía la imperiosa necesidad de asegurarme con mis propios ojos de que mi único tío estuviera bien. Mi corazón saltaba acelerado ante las sospechas de que mis padres habían sido asesinados y que el próximo sería mi tío. ¿Por qué no matarme a mí? Porque todo estaba destinado a la beneficencia si eso pasaba.
—Victoria, espérame en el lobby. Necesito ver a Isabel y decirle que me marcho para que no me espere —dijo cuando llegamos al elevador. Asentí con la cabeza sin mirarlo y entré en el elevador. Cuando las puertas se cerraron, el silencio reinó entre nosotros. Cuando se detuvo en la segunda planta, Ricardo sali&