49. LA ÚLTIMA VEZ
VICTORIA:
No dejé que Javier, el asistente de mi tío, se quedara conmigo. Lo despedí en la puerta y me adentré en la enorme mansión vacía de mis padres, donde había vivido los mejores momentos de mi vida. Me dediqué a abrir todas las cortinas del gran salón, dejando entrar la luz del atardecer. Descubrí todos los muebles por toda la casa; encendí las luces, sentía que la casa debía recobrar su vida hasta que llegué a la habitación principal, la de mis padres. Me detuve un momento, pero abrí de golpe la puerta y entré. Todo estaba igual, como si el tiempo se hubiera detenido.
Todo estaba cargado de recuerdos. Cada esquina de aquella habitación parecía guardar las risas y las discusiones de quienes habían sido los pilares de mi vida. Me quedé parada frente al enorme espejo que mi madre adoraba, observando y necesitando convencerme de que saldría adelante de todo esto. Que no iba a perder todo por lo que ellos habían luchado de la nada.
Me acerqué al tocador. El joyero seguía ahí, in