37. ENTRE TRUENOS Y VINOS
VICTORIA:
Los relámpagos desgarraban el cielo como garras luminosas, iluminando esporádicamente la sala a través de los ventanales empañados. Las sombras de los muebles cubiertos danzaban macabramente sobre las paredes, transformándose en siluetas amenazantes. Me sobrecogí sobre mí misma y, sin poder impedirlo, salté aterrada cuando un estrepitoso y violento rayo me hizo dar un respingo, derramando algunas gotas de vino sobre mi blusa.
—¡Cielos! —exclamé, abrazándome—. ¡Odio los rayos y truenos!
—Siempre le has tenido miedo a las tormentas —observó Ricardo, tocándome el hombro en la oscuridad.
—Solo cuando estoy sola. De niña corría a la cama de mamá y papá —admití, abrazándome más—. Luego tenía a ese desvergonzado de mi ex. ¡Cielos!
Otro relámpago iluminó la estancia, seguido casi instantáneamente por un trueno ensordecedor. Las luces parpadearon antes de apagarse por completo, y yo salté aterrada. Por miedo, fui a refugiarme en los brazos de Ricardo, que seguía detrás de mí en la os