25. CONTINUACIÓN
RICARDO:
Al principio, sus labios se tensaron por la sorpresa; luego se suavizaron bajo los míos. Sentí su aliento suave mientras sus manos, que antes me sujetaban con miedo, ahora se deslizaban por mi pecho con una urgencia que me nubló el juicio. Por un momento, olvidé dónde estábamos y por qué nos escondíamos. Cada ruido exterior la hacía pegarse más a mí, buscando refugio en mi cuerpo. El miedo la hacía temblar, y ese temblor reverberaba en mi propio cuerpo, creando una intimidad que iba más allá de lo físico. La adrenalina del peligro amplificaba cada sensación compartida.
La solté sin decir nada; la rabia por haber cedido y la atracción en mi interior eran una tormenta imposible de controlar. Quería alejarla y, al mismo tiempo, acercarla más. Esta mujer me estaba volviendo loco, y lo peor es que ni siquiera podía culparla por ello.
Cada roce de su cuerpo contra el mío enviaba descargas eléctricas por mi columna. Su perfume me embriagaba los sentidos. Mis manos temblaban ligeram