El fin de semana pasó y la feliz pareja estaba de lo mejor, disfrutándose en todos los sentidos.
El miércoles de esta semana Cárlenton viajará a Costa Rica por asuntos de trabajo. Le pidió a Dayana que lo acompañara, pero ella no quiso, debido a que en la oficina debía de avanzar con un caso pendiente.
—Tienes razón, amor. Aunque me hubiese encantado llevarte, no es posible que vaya a estar una semana sin hacerte el amor.
Hizo un puchero lamentable.
—Ah, Cárlenton, ya contrólate. Pareciera que fueras tú el que está embarazado y con las hormonas alborotadas porque solo con apetito de sexo pasas, aunque eso me encanta de ti.
Le digo, tocándole su trasero y mordiéndome el labio inferior en señal de deseo.
—No me provoques, cariño. Porque se nos hará tarde para ir a la empresa y hoy no puedo darme el lujo de faltar porque tengo la reunión con el señor Franco Oliva.
Por cierto, ahora que menciono su nombre te pido por favor que no te dejes ver por ese hombre, porque es un espécimen que si