Erik Davis, un exitoso CEO y presidente de una prestigiosa empresa de perfumes, se ve obligado a asumir la paternidad de la pequeña Sofía. Cuando las circunstancias lo llevan a buscar ayuda, decide contratar a Kristen como niñera, sin saber que su vida está a punto de dar un giro inesperado. A medida que Kristen se adentra en el mundo de Erik, descubre que su vida ha estado marcada por la traición; fue engañada por el hermanastro de Erik, quien dejó su corazón destrozado. Mientras intenta recomponer su vida y proteger a Sofía de la familia de su difunta madre, que busca quitarle la custodia, Erik y Kristen hacen un pacto de conveniencia: él la ayudará a vengarse de su exnovio infiel, mientras que ella lo apoyará en su lucha por mantener a Sofía a su lado. Entre la tensión de la vida familiar y las responsabilidades emergentes, la atracción entre Kristen y Erik se convierte en una chispa que amenaza con incendiar sus corazones. Juntos, deben navegar por un laberinto de emociones, lealtades familiares y secretos oscuros, mientras descubren que el amor puede surgir en los lugares más inesperados y que la verdadera familia se elige, no se impone.
Leer másEl aroma a café recién hecho y pasteles horneados llenaba el aire, envolviendo a Kristen en un cálido abrazo. Era un día especial, su cumpleaños, y había decidido sorprender a Mark con algo que jamás había imaginado. Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las ventanas de la elegante cafetería, Kristen sintió que su corazón latía con fuerza, tanto por la anticipación de su regalo como por la emoción de dar un paso tan importante en su relación.
Desde que había empezado a trabajar allí, su vida había dado un giro inesperado. Mark, el propietario de la cafetería, había entrado en su vida como un torbellino, trayendo consigo risas, caricias furtivas y un magnetismo que la había dejado anhelante. Ella creía en sus dulces promesas, en cada mirada intensa que compartían. Para ella, él era mucho más que un jefe; era el hombre que la hacía sentir viva. Pero hoy, estaba dispuesta a traicionar su promesa de mantener su virginidad hasta el matrimonio, impulsada por el amor que sentía por él.
Con cada paso que daba hacia la cocina, el nerviosismo se apoderaba de ella. Se detuvo un instante para tomar aire, intentando calmar el tumulto en su pecho. Entonces, escuchó ruidos extraños que provenían de la cocina. Sonidos que la llenaron de inquietud y dudas. Sin poder resistir la curiosidad, se acercó a la puerta, su corazón retumbando en sus oídos.
Al abrirla, la escena que se presentó ante sus ojos la dejó helada. Mark y Ana, su compañera de trabajo, estaban enredados en una intimidad que ella jamás habría imaginado. La traición se manifestaba en cada gesto, en cada susurro que resonaba en la habitación.
—¿Cuándo vas a dejar a esa estúpida? —Ana le lanzó una mirada desafiante—. Ella nunca te dará todo lo que yo puedo ofrecerte.
—No puedo dejar a Kristen —respondió Mark, sin disimular la frialdad—. Me ha resultado muy útil. Gracias a ella, el viejo que está casado con mi madre ha empezado a confiar en mi capacidad para los negocios, si supiera que todo lo ha hecho Kristen seguro le daría un infarto.
Kristen sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Su mente luchaba por asimilar lo que veía.
Se sentía traicionada y confundida. Con la respiración entrecortada, dio un paso hacia adelante, decidida a enfrentar la realidad.
—¿Qué significa esto, Mark? —su voz temblaba, y no podía contener la rabia y el dolor—. ¿Como pudieron hacerme esto?, y tú Ana eres una traidora, los dos son tal para cual, deseo que la vida les cobre todo el daño que me están haciendo.
Ana se rió de ella, su burla resonando en la habitación. —Pobrecita, ¿acaso pensabas que él te quería de verdad?, pobre ilusa, eres tan poca cosa, que te termino cambiando por mi, que si soy una mujer de verdad, no como tú, que solo vives de sueños e ilusiones.
Mark intentó calmarla, acercándose. —Cariño, no es lo que parece. Ana me sedujo. ¿Y qué quieres? Yo soy hombre y tú nunca… quisiste estar conmigo y yo tengo necesidades.
Sin pensarlo dos veces, Kristen le dio una bofetada, el sonido resonando como un eco en el aire. —¡Maldito seas! —le gritó, su voz llena de furia—. Te creí. Te di todo.
Con el corazón roto y la dignidad herida, Kristen dio media vuelta y salió de la cafetería, dejando atrás los sueños que había construido. Era hora de marcharse de esa ciudad en Inglaterra, donde había depositado su esperanza y su amor. Tenía que irse, y Londres era la mejor opción para rehacer su vida, y resurgir de las cenizas.
Tres años después..
Erik Davis observaba a la modelo desde el otro lado del escritorio. La luz suave de la tarde londinense se colaba por las grandes ventanas de su oficina, iluminando el rostro de la mujer que tenía delante. El aroma a su nueva fragancia, Infinite, llenaba la habitación, como un recordatorio constante de su éxito.
—Este perfume será el éxito del año —dijo ella, susurrando con una sonrisa seductora mientras se inclinaba un poco más cerca de él—. Y tal vez… deberíamos celebrarlo a nuestra manera.
Erik levantó una ceja, sabiendo muy bien hacia dónde se dirigía esa conversación. No era la primera vez que una situación profesional daba un giro inesperado. Antes de que pudiera responder, la puerta de su oficina se abrió de golpe, interrumpiendo el momento.
—¡Señor Davis! —una voz firme y decidida resonó en la habitación.
Erik se apartó rápidamente de la modelo, sorprendido y claramente irritado. Una mujer desconocida acababa de irrumpir en su oficina sin aviso, llevando de la mano a una pequeña niña de unos cinco años, de cabello oscuro y grandes ojos inquisitivos.
—¿Quién eres y cómo entraste aquí? —exclamó Erik, poniéndose de pie. La modelo, incómoda, retrocedió, observando la escena con el ceño fruncido.
La mujer ignoró la pregunta y cerró la puerta tras de sí, sin apartar la vista de Erik.
—Mi nombre es Martha —dijo con firmeza—. Era la niñera de Sofía —hizo una pausa, empujando suavemente a la niña hacia adelante—. Y esta niña es su hija.
El silencio en la oficina fue tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Erik la miró, completamente incrédulo. Sofía, la pequeña de cabello oscuro, se aferraba a su peluche mientras observaba a Erik con curiosidad.
—¿Mi hija? —repitió, su voz llena de incredulidad—. Eso es imposible.
—No, no lo es —replicó Martha—. Sofía es hija de Jennifer, su exnovia. Jennifer murió hace dos semanas, y ahora no tiene a nadie más en el mundo excepto a usted.
Erik dio un paso atrás, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Miró a la niña y luego de vuelta a Martha.
—No puede ser —negó con vehemencia—. No tengo ninguna hija. Si Jennifer hubiera tenido un hijo mío, me habría dicho algo.
—Ella se lo iba a decir, pero ya no tuvo tiempo —explicó Martha con un suspiro—. Sofía no tiene a nadie más. Es su responsabilidad, Señor Davis.
Los ojos de la pequeña niña seguían fijos en él. Algo en su expresión inocente le recordaba vagamente a Jennifer, pero se negó a aceptarlo. La situación era absurda, y él no estaba preparado para esto.
—No puedo hacerme cargo de una niña que ni siquiera sé si es mía —dijo Erik con frialdad—. Esto debe ser un error.
—No lo es —afirmó Martha, firme en su postura—. Sofía es su hija. Y no tengo a dónde más llevarla.
Erik respiró hondo, tratando de encontrar una salida. No podía simplemente aceptar la palabra de una desconocida. Necesitaba pruebas, una explicación lógica. Esto no encajaba en su vida cuidadosamente planificada.
—Tendré que hacerle pruebas de ADN —respondió finalmente, pasándose una mano por el cabello, visiblemente tenso—. Pero mientras tanto, no puedo quedarme con ella.
Martha, sin embargo, no estaba dispuesta a escuchar más.
—Lo siento, pero ya no es asunto mío —dijo, soltando la mano de Sofía—. Tiene que encargarse de ella.
Erik abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera articular una palabra, Martha se dio la vuelta y salió por la puerta, dejándolo solo con la niña.
Sofía lo miraba con esos ojos enormes, expectante, aferrada a su peluche. Erik sintió cómo el peso de la situación caía sobre él.
—Esto no puede estar pasando —murmuró para sí mismo, frotándose el puente de la nariz.
La modelo, que había estado observando la escena en silencio, carraspeó incómoda.
—Erik, tal vez deba irme…
Erik asintió, todavía aturdido, sin apartar la vista de Sofía. La modelo salió discretamente, dejando a Erik completamente solo con la niña.
Después de unos segundos que parecieron una eternidad, Erik rompió el silencio.
—Yo… no puedo ser tu padre, esa mujer debe estar equivocada —dijo, intentando sonar firme.
Los días habían transcurrido con la expectativa latente de las pruebas de ADN. Finalmente, el resultado estaba en manos de Erik y Kristen: Amélie era su hija biológica. La noticia trajo un torbellino de emociones, y ambos sabían que debían manejar la situación con tacto y amor.Esa tarde, en la sala de su hogar, Kristen y Erik decidieron hablar con Amélie. La niña estaba jugando con Sofía, su compañera inseparable y ahora su hermana en más de un sentido.—Amélie, cariño, ¿puedes venir un momento? —dijo Kristen, con una sonrisa suave para no inquietarla.La niña dejó su juego y corrió hacia ellos. Se sentó en el sofá, mirando a Kristen y a Erik con curiosidad.—¿Qué pasó? —preguntó, abrazando su muñeca.Erik tomó aire, sabiendo que debía explicarse con cuidado.—Amélie, queremos contarte algo muy importante, algo que hemos descubierto hace poco y que cambia todo para nosotros —empezó, mientras Kristen le tomaba la mano, dándole fuerza.Amélie los miraba con sus grandes ojos llenos de a
La noche era oscura, y las calles estaban desiertas en el punto de encuentro señalado para la operación. Agentes encubiertos se movían con cautela, asegurándose de no levantar sospechas mientras se posicionaban estratégicamente alrededor del almacén donde tendría lugar la transacción millonaria organizada por Zayn Black.Dentro del almacén, los hombres de confianza de Zayn ultimaban detalles de la operación. Maletines llenos de dinero y cajas selladas con mercancía ilegal se apilaban bajo la luz tenue de una lámpara industrial. Había un ambiente de tensión, pero también de seguridad. Estaban convencidos de que nadie los seguiría, mucho menos que serían descubiertos.Mientras tanto, en una sala de monitoreo, el comandante a cargo del operativo daba las últimas instrucciones a los agentes.—Recuerden, queremos capturar a tantos como sea posible. Este es nuestro momento para desmantelar una gran parte de esta organización. Tengan cuidado, estos hombres son peligrosos y no dudarán en disp
En el estudio de la casa de Erik, un ambiente sombrío envolvía la habitación. Erik y Kristen estaban sentados frente a Charles, quien parecía más recuperado físicamente pero aún mostraba signos de fragilidad. El silencio pesaba mientras los dos jóvenes intercambiaban miradas, tratando de encontrar las palabras correctas para lo que estaban a punto de revelar.Charles notó la tensión en el aire y rompió el hielo.—Digan lo que tengan que decir. Puedo soportarlo —afirmó con voz temblorosa, aunque su mirada reflejaba una mezcla de ansiedad y resignación.Erik suspiró profundamente y tomó la mano de su padre, entrelazando sus dedos con los de él como un gesto de apoyo.—Papá, no hay una forma fácil de decir esto. La investigación del jefe de seguridad y las pruebas que mandé a analizar confirman que… Verónica es la responsable de lo que te ocurrió. Ella envenenó tus medicamentos y manipuló lo que consumías para dañarte.El rostro de Charles se congeló, como si las palabras de Erik tardara
El jefe de seguridad, David Coleman, se encontraba frente a Erik en el despacho de la casa, con un semblante serio y un informe detallado en sus manos. Erik lo escuchaba con atención, tratando de mantener la calma mientras las piezas del rompecabezas se unían de manera inquietante.—Señor, después de revisar las cámaras de seguridad de la casa del señor Davis y su esposa, no hay duda. Sólo Verónica tuvo acceso directo a los medicamentos de su padre y a los jugos que ella misma preparaba para él.Erik tensó la mandíbula, sus ojos fijos en David.—¿Estás completamente seguro? —preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.—Sí, señor. También investigamos con los empleados. Nadie más tocó esos medicamentos, ni tuvo acceso a la cocina mientras ella preparaba los jugos. Los horarios coinciden perfectamente, y en las grabaciones se ve claramente cómo ella administra las dosis antes de entregarle los frascos a Charles.Erik apoyó las manos en el escritorio, tratando de contener la ira
La opulenta residencia de los Hathaway estaba decorada con elegancia, reflejando el poder y la riqueza que Verónica tanto ansiaba para su familia. Mientras se acercaban a la entrada, Mark miraba de reojo a su madre, sintiendo el peso de sus palabras y la presión que siempre ejercía sobre él.Cuando la puerta se abrió, la madre de Karen los recibió con una sonrisa cálida, ajena a las oscuras intenciones que Verónica traía consigo.—¡Qué alegría tenerlos en esta su casa! Verónica, Mark, pasen, Karen y mi esposo están adentro —dijo la señora Hathaway con entusiasmo.—Muchas gracias, querida, para nosotros es un honor estar aquí. ¿Verdad, hijo? —respondió Verónica con una sonrisa ensayada, apretando ligeramente el brazo de Mark como recordatorio de lo que debía hacer.—Por supuesto, señora Hathaway. Hoy daremos un paso muy importante para ambas familias, y pronto seremos uno solo cuando me case con su hija —replicó Mark con un tono formal que a Verónica le pareció casi perfecto.—Así será
Erik llegó al consultorio del doctor Richmond temprano por la mañana, cargando la bolsa con los medicamentos que Verónica había enviado insistentemente para Charles. Aunque el hallazgo del veneno ya había salido a la luz, Erik quería asegurarse de que los medicamentos que su madrastra había proporcionado no fueran parte de aquel siniestro plan.El doctor Richmond lo recibió con gesto sereno, pero su mirada mostraba preocupación.—Erik, ¿qué es lo que necesitas que hagamos con estos medicamentos?—Doctor, quiero que los analices. Sabemos que alguien ha estado envenenando a mi padre, y sospecho que los medicamentos que mi madrastra le envió podrían ser parte de esa estrategia. Necesito estar completamente seguro —respondió Erik con firmeza.Richmond asintió.—Muy bien. Dame un momento, voy a pasar esto al laboratorio. Con los equipos que tenemos, podremos detectar cualquier irregularidad en las fórmulas.Erik observó cómo el doctor desaparecía en el fondo del consultorio. Se sentó en la
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