El tiempo pasó mientras Emilia se encontraba espiando a los niños, como si ellos fueran su remedio que la hacían sentir mejor.
Cuando finalmente volvió en sí cerró la puerta con cuidado y se dio vuelta, chocando con Adrian, asustandola.
-Perdón, no quise asustarte- respondió el joven, sosteniéndola de los codos.
-¿Hace cuantos que estás aquí?
-Recién llegué… venía a decirte que en tu cuarto dejé sobre la cama otra muda de ropa y una toalla para que te bañes- dijo seriamente- Lamento que tengas que usar la ropa de Valen, mañana mismo te compro tu propia ropa.
-No te preocupes, puedo hacerlo yo misma- exclamó cansada, sintiendo que se mareaba.
Adrian la sostuvo con más firmeza al ver que perdía el equilibrio, y con una de sus manos tocó la frente de la joven.
-Estás hirviendo…
-No es nada, pero tu herida…
-Mi herida puede esperar, ve a ducharte. Por favor- suplicó.
Emilia no fue capaz de protestar, de repente se sentía mal, y la ropa mojada y helada le dolía sobre su piel.
Resignada, as