Capítulo 48. Enfrentamiento mano a mano.
Emma estaba a punto de sucumbir por el miedo. Marco la arrastraba con fuerza hacia su camioneta, con los dedos hundidos en la piel de su brazo como su fuesen garras dispuestas a no soltarla.
El estacionamiento olía a gasolina y a humo de cigarrillo, pero ella apenas podía respirar por los sollozos. Cada paso que daba le parecía un adiós.
La certeza de que esa vez no saldría con vida le atravesaba el pecho como un puñal.
—Camina, maldita sea —gruñó el hombre, y le apretó más el brazo—. Hoy vas a aprender lo que pasa cuando me traicionan.
Las lágrimas corrían por las mejillas de la mujer. Intentó articular una súplica, pero la voz se le quebró. Su corazón martillaba tan fuerte que creía que se le saldría del pecho.
Por los nervios, Emma se tambaleaba. En una ocasión la punta de su tacón pisó una abertura del pavimento y su pie se dobló un poco haciéndola perder el equilibrio.
No cayó porque Marco la tenía bien sostenida, pero eso lo enfadó. La empujó contra un muro y se inclinó sobre el