Narrado por Damián Goldstein
Cuestionar mis dinámicas con Rowan nunca ha sido una opción. Fui acogido por él, me dio un techo, comida y educación siendo un huérfano. Después cuando pude darle el título universitario que quería, me dejó trabajar en su empresa y ganar un sueldo por encima de lo que el hijo de una prostituta pudiese soñar.
Eso lo repito tanto en mi cabeza, porque él lo repetía con insistencia, y lo sigue repitiendo cuando desafío sus órdenes para ponerme en el sitio que me corresponde. Hoy, debía ser uno de esos días, porque me ha pedido que lo vaya a visitar.
Al llegar, está sentado comiendo como acostumbra, rodeado del mayor personal posible con rostros robóticos.
—¿Te quedarás allí parado? Siéntate. Acompáñame a cenar — pide.
—Acabo de comer, no tengo apetito — explico tomando asiento a su derecha.
—¿Dónde? ¿Con quién?
—Con Leonora y su padre.
Rowan para de picar su filete y me ve con aprobación.
—Lo has logrado con más facilidad de la que esperaba. Son una pareja pe