Estar almorzando en el departamento de mi jefe gruñón no es donde quisiera estar. Él está en aquel extremo masticando en silencio su comida, y yo estoy en este extremo comiendo de mi plato. Ver a sus empleadas en la cocina preparando los siguientes platillos, no es lo más cómodo tampoco por el extremo silencio. Esa cocina parece una profesional por la sincronización del personal.
—La comida está exquisita — elogio para romper el hielo.
Damián me da una mirada de reojo y se limpia la boca.
—Sí, está exquisita — responde sin ser particularmente odioso o simpático.
Desde que llegamos está mira que me mira. Como si no supiese cómo tratarme o qué hacer conmigo a continuación. Yo sí sabía que hacer más o menos.
—Puedo preguntarte… ¿dónde está el bebé?
—¿Dónde más va a estar? Con su nana, en la habitación de arriba — responde.
—¿Lo tienes viviendo contigo? — me sorprende ese hecho tan común — ¿Has llegado a hacer una conexión con él?
—¿Me ves cómo alguien capaz de hacer conexiones con bebés?