10° La sangre en la pared .
Rahyra prácticamente corrió por los pasillos del castillo, evitando las miradas que se posaban sobre ella, se encontró con guardias reales que insistieron en que la acompañarían y decenas de lame suelas que intentaron averiguar a donde se dirigía con tanto afán.
A Rahyra no le importó que los espías del rey le informaran que corrió hacia el nido de los vencejos, por eso abrió la puerta de golpe y entró bajo la atenta mirada del maestro de los vencejos que dejó caer al suelo el valde lleno de insectos con los que alimentaba a los pequeños mensajeros.
—Majestad — le dijo el hombre — me ha asustado —Rahyra caminó hacia la mesa y tomó un pergamino, luego untó la punta de una pluma suave de ganso.
—Lo siento, maestro, tengo que enviar un mensaje — el anciano caminó con pasos lentos hacia ella.
— Puedo hacerlo por usted, mi reina, para eso estoy — ella negó y se sentó en la incómoda butaca.
—No, maestro Lin, yo lo haré — habló con firmeza, era ley que el maestro de los vencejos de cada fami