Capítulo 7: Horas robadas.

Los aposentos privados de la Princesa Lyra se habían transformado en la sede secreta del "Comité Nupcial". Una gran mesa en la biblioteca adyacente, normalmente usada para correspondencia social, estaba ahora cubierta con mapas, libros de contabilidad del reino y documentos de movimientos de tropas, todos marcados con notas crípticas en el dialecto militar de Aethel.

Lyra se sentía invadida. No solo por Kaelan, que ahora pasaba la mayor parte de sus días y noches en una habitación contigua, sino por su presencia mental. Él no dejaba que Lyra tocara un documento sin cuestionar su propósito, ni que tomara una decisión sin revisar su lógica.

—No puedes desviar los fondos destinados a las fortificaciones del sur tan rápido— argumentó Lyra, señalando un recibo.— El Barón de Pyne preguntará por qué cancelamos su contrato.

—Y tú le dirás, con tu mejor sonrisa de prometida enfadada, que el Príncipe Kaelan ha insistido en que el dinero se gaste en un nuevo guardarropa nupcial para ti—replicó Kaelan, sin levantar la vista de un informe de la Guardia Real.— La vanidad es un excelente disfraz, Lyra. Nadie cuestiona que un hombre orgulloso quiera que su prometida se vea opulenta.

Lyra suspiró, irritada por tener que jugar el papel de la princesa frívola, pero no podía negar la eficacia de su estrategia.

—Estás usando nuestros defectos percibidos; mi vanidad y tu arrogancia como escudos. Es fascinante y repulsivo a la vez.

Kaelan levantó la vista. La luz de la lámpara de aceite proyectaba sombras bajo sus ojos, signo de las pocas horas de sueño que ambos acumulaban.

—Así es la guerra, Lyra. Usamos cualquier arma disponible, incluso la percepción pública. Además, si no fueras tan obstinada, podríamos haber terminado esta pila hace horas. Estás discutiendo por principio, no por estrategia.

—Estoy discutiendo porque la mitad de las órdenes que quieres firmar te dan un control sin precedentes sobre mi tesorería. ¿Cómo sé que estás deteniendo el sabotaje y no simplemente tomando el control de mi reino más rápido?

El silencio que siguió fue pesado, cargado de la desconfianza que aún definía su relación. Kaelan se puso de pie, rodeando la mesa lentamente. Se detuvo detrás de su silla, cerca.

—Si yo quisiera tu reino, Lyra, lo habría tomado hace seis meses, en la Batalla del Pantano. Hubiera encarcelado a tu padre y me habría coronado a la fuerza. En cambio, firmé un tratado que exige que tú seas Reina a mi lado. Piénsalo: si mi meta fuera la anexión, no estaría arriesgando mi vida en una misión secreta para salvarte de un enemigo que, de todos modos, debilitará a tu reino por mí.

Se inclinó, apoyando las manos a ambos lados de su silla. Lyra estaba atrapada entre el respaldo y su cuerpo. El contacto visual era inevitable.

—Mi ambición es la estabilidad, Princesa— continuó él, con voz baja y grave.— El Concilio de las Sombras es una amenaza para todos los tronos. Salvar el tuyo es la forma más rápida de asegurar el mío. Tu orgullo te está haciendo ciega a la lógica, Lyra. ¿Quieres mi palabra de honor de que no tomaré tu reino? Aquí está: No lo haré. Ahora, volvamos al trabajo.

Lyra sintió el calor de su aliento y la verdad brutal en sus palabras. Él la respetaba lo suficiente como para querer su reino funcional, no roto. Su objetivo no era ella, sino la estabilidad de su frontera. El odio se diluyó en un reconocimiento irritante.

—Bien—susurró ella.— Retiro los fondos. Pero no me llames obstinada. Llámame cautelosa.

Kaelan se enderezó, volviendo a su lado de la mesa.

—Cautelosa. Anotado. Ahora, sobre el movimiento de la Guardia Real en el puerto. El Rey ordenó que se enviara la mitad de la caballería más fuerte al muelle para ‘reforzar la vigilancia—

Lyra revisó el documento con un escalofrío.— El puerto es el punto más defendido. Esto es ridículo. Está debilitando la defensa de la capital.

—No—corrigió Kaelan, sus ojos brillando con concentración.— Está preparando un escape. Si la invasión encubierta funciona, el Concilio tomará la ciudad. Su padre debe pensar que está asegurando su propia ruta de huida y la del oro. Es la reacción de un hombre asustado, pero bajo control.

—Entonces detengamos el movimiento de tropas—dijo Lyra, tomando una pluma.

—Demasiado obvio. Tienes que reemplazarlas—replicó Kaelan.— Envíales una unidad menor, una que sea leal a ti, con la orden de que su misión es disfrazada. El resto de la caballería debe quedarse en la capital, pero con órdenes selladas y secretas.

Durante las siguientes horas, trabajaron en una sincronía tensa. Lyra dictaba las nuevas órdenes; Kaelan, con una mente que parecía un archivo militar, revisaba cada detalle. Lyra se dio cuenta de que Kaelan rara vez necesitaba dormir; él parecía funcionar con la misma energía implacable que una máquina de guerra.

Pasadas las tres de la mañana, lograron anular los movimientos más peligrosos del Rey, reemplazándolos por sus propias contramedidas secretas. Lyra estaba al borde del colapso por el cansancio.

Kaelan terminó de sellar el último documento. Miró a Lyra, cuyo rostro estaba marcado por el agotamiento.

—Ya es suficiente por hoy—dijo Kaelan, y su tono de mando se suavizó en algo parecido a la preocupación.

—Todavía no confío en ti—murmuró Lyra, apoyando la cabeza en el brazo extendido sobre la mesa.

—No tienes que hacerlo—susurró él. Kaelan se acercó, no para tocarla, sino para recoger los documentos críticos. Entonces, con una sutileza que la tomó por sorpresa, deslizó un vaso de agua fresca hacia ella, junto con un pequeño trozo de pan de centeno.

—Coma y duerma. Necesitas fuerza para el compromiso final en una semana—dijo él.

Lyra bebió el agua lentamente. En ese momento, sintió una gratitud profunda y vergonzosa. Él era el enemigo que la alimentaba y la protegía.

—Tú también deberías dormir— dijo Lyra, mirándolo. Kaelan se encogió de hombros.

—El sueño es un lujo que no puedo permitirme. Aethel espera mi regreso. Veridia espera mi fracaso. Y el Concilio de las Sombras espera que nos ahoguemos en el deseo mutuo.

Kaelan se detuvo en la puerta.

—Mañana tenemos que ir a visitar las propiedades nupciales. Recuerda la farsa, Princesa. El odio es privado. La pasión es pública. Y solo tenemos una semana antes de que nos casemos y el Concilio ataque.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP