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Capítulo 6: Exponiendo al peón.

La reunión con el Duque Marius se programó en la oficina privada del Príncipe Kaelan en la Embajada de Aethel, un espacio austero que olía a pergamino y amenaza contenida. Lyra insistió en estar presente, tomando asiento junto a Kaelan. Vestía con una sobriedad intencional: lana gris, sin joyas. Su presencia no era la de la prometida, sino la de la heredera juzgando a un traidor.

El Duque Marius entró, pálido y sudoroso, nervioso por la convocatoria abrupta y, sin duda, por los rumores de celos que Kaelan había sembrado la noche anterior.

—Príncipe Kaelan. Lyra—saludó Marius, su voz temblando ligeramente.— Espero que no me hayan convocado por mi… entusiasmo en el baile.

Kaelan lo miró fijamente. No sonrió. No se movió. Su quietud era más aterradora que cualquier grito.

—Duque Marius—dijo Kaelan, su voz baja y uniforme.— Veridia es el hogar de mi futura esposa. Su honor y su estabilidad son ahora mi responsabilidad. Entiendo que usted ha estado usando la autoridad de la Princesa para acceder a partes del Archivo Real. Eso es… confuso.

—Solo estaba ayudando a mi prima con la catalogación—balbuceó Marius, evitando la mirada de Lyra.

Lyra intervino, con la voz tan afilada como una daga de hielo.

—El Archivo fue dañado hace dos años en un incendio. Mi padre lo mantuvo en secreto, temiendo el pánico. Lo que más se perdió fueron los registros de linajes antiguos. ¿Qué tan profundo ha investigado eso, Marius?

El Duque se puso aún más blanco.

—Solo por interés histórico. Saben que me fascinan esas… leyendas.

Kaelan se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio, adoptando una postura que lo hacía parecer aún más imponente.

—Las leyendas son el caldo de cultivo de la traición, Duque. Mi inteligencia me informa que usted tiene una deuda considerable con una casa de préstamos extinta. Una deuda que ha sido saldada recientemente. Me pregunto qué servicio ofreció usted a cambio de tal generosidad. ¿Un poco de catalogación histórica?

Marius rompió a sudar frío, sus ojos revoloteando entre Lyra y Kaelan.

—¡Es absurdo! Es una calumnia. ¡Son rumores de taberna!

Kaelan sacó del cajón un documento financiero.

—No son rumores. Son cifras verificadas de transacciones con la Casa Vaylen, un frente del Concilio de las Sombras. Vaylen no acepta oro, Marius. Acepta influencia. Usted no es lo suficientemente importante para que lo maten, Duque. Pero es lo suficientemente conveniente para que lo usen.

Lyra observó la escena, y por un momento, sintió una punzada de lástima. Marius no era un villano brillante; era un hombre débil, atrapado. Pero su debilidad había comprometido la seguridad de su reino.

Kaelan se puso de pie, un gesto de cierre.

—Aquí está la situación, Duque. Usted tiene una elección: o lo encierro por traición a la Corona de Veridia, o lo dejo ir, con una condición. Usted les dirá a sus empleadores del Concilio que la Princesa Lyra está completamente bajo mi hechizo de deseo. Que estamos tan obnubilados por la pasión que no podemos ver la conspiración a nuestro alrededor. Lo necesitamos como nuestra línea de comunicación.

Marius, aliviado de no ser encarcelado, asintió frenéticamente.

—Lo haré. Yo les diré que la Princesa está… distraída, Príncipe. Completamente suya.

Lyra se levantó, acercándose a Marius. Ella tomó su mano y la apretó, un gesto que parecía de consuelo, pero que era pura advertencia.

—Te estoy dando una vida, Marius. Si el Concilio se entera de que hemos descubierto el medallón o la bóveda, no solo morirás tú, sino que yo me aseguraré personalmente de que tu nombre se convierta en sinónimo de la podredumbre de Veridia. Desaparece.

Marius se tambaleó fuera de la oficina, un hombre roto y aterrorizado.

Lyra se dejó caer en la silla, sintiéndose exhausta. La tensión emocional de la confrontación la había drenado.

—Lo hiciste bien—dijo Kaelan, su voz ya no contenía la amenaza, sino un tono de aprobación profesional. —Tu frialdad lo rompió.

—¿Frialdad? Yo estaba furiosa—replicó Lyra, quitándose la máscara de acero. —Mi propio primo vendió su reino por una pulsera. ¿Y ahora lo dejamos ir? ¿Para qué? ¿Para que nos use de cebo?

—Exactamente—confirmó Kaelan, sentándose de nuevo. Su postura se relajó ligeramente.— La verdad es que no podemos encarcelarlo. El Concilio lo vería como una declaración de guerra. Necesitamos que nos vean como novios peleando por celos, no como aliados militares. La mentira nos da cobertura.

Kaelan se acercó al escritorio y empujó un mapa arrugado hacia ella.

—Ahora, los números. Mientras estuviste lidiando con Marius, mis estrategas analizaron los informes que tu padre ignoró. El hechizo de compulsión afectó a la tesorería. En el último año, se han desviado fondos importantes a proyectos de infraestructura militar inútiles en la frontera con el norte... la misma región que el Concilio desea controlar.

Lyra miró el mapa, sus ojos recorrieron las marcas rojas que indicaban los desvíos. La magnitud de la traición, ahora respaldada por datos, la hizo temblar.

—El hechizo no hizo a mi padre un títere inútil, Kaelan. Lo hizo un estratega enemigo de su propio reino. Está saboteando nuestras defensas— susurró ella.

Kaelan asintió.

—Sí. Y si mi teoría es correcta, el Concilio ha estado preparando una invasión a gran escala que será encubierta como un levantamiento civil. Ellos tomarán el norte, y luego, con la capital desprotegida, declararán que su padre ha fallado y reclamarán el trono por ‘derecho ancestral’.

Lyra sintió la desesperación. Se llevó las manos al cabello, exhausta y superada.

—¿Qué hacemos, Kaelan? ¡No puedo decirle a mi padre que está bajo un hechizo! Él pensará que estoy loca o que estoy intentando un golpe.

Kaelan se puso de pie, se movió alrededor del escritorio y se detuvo detrás de su silla. Lyra sintió la necesidad de saltar y alejarse, pero estaba demasiado cansada. Él no la tocó. Simplemente se quedó allí, una pared de presencia reconfortante.

—No le dirás nada—dijo él, su voz grave y extrañamente suave.— Tú eres la heredera. Tú tienes el control real ahora. Por eso nos casamos. A partir de hoy, todas las órdenes críticas de la tesorería y la defensa pasarán por un nuevo ‘comité nupcial’ que revisará los gastos de la boda. Tú y yo. Yo te doy el conocimiento militar de Aethel, y tú usas tu autoridad para detener este desastre.

Lyra respiró profundamente, el aroma de especias y cuero de Kaelan llenando el aire. Era una orden, pero también era una promesa de apoyo total. Levantó la vista hacia él.

—No confío en ti, Príncipe.

—Lo sé, Princesa—respondió Kaelan, y en ese momento, la alianza se encendió con un respeto mutuo a regañadientes.— Pero tenemos un enemigo común. Y por ahora, tu odio es menor que tu necesidad de salvar tu corona. Y mi ambición es menor que mi necesidad de acabar con el Concilio. Estamos unidos por el miedo, Lyra, no por la pasión.

Él finalmente extendió su mano, no para tocarla con falsos celos, sino para apoyarse en el respaldo de su silla. Lyra sintió el calor de su palma cerca de su hombro. En ese instante de agotamiento compartido, ella lo vio no como el enemigo que había derrotado a su reino, sino como el único muro entre Veridia y la aniquilación total.

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