Inicio / Romance / Una corona de seda y espinas. / Capítulo 5: Tras las paredes.
Capítulo 5: Tras las paredes.

La luz de la mañana, filtrándose por los vitrales del comedor real, hacía poco para disipar el ambiente de crisis. Lyra y Kaelan estaban sentados en una esquina apartada, supuestamente discutiendo los arreglos florales para el Gran Baile. En realidad, estaban examinando el Medallón de Obsidiana recuperado del Archivo, envuelto discretamente en un pañuelo de seda.

—Los hechiceros de Aethel son categóricos,—explicó Kaelan, su voz baja y metálica.— El medallón está imbuido con un hechizo de compulsión. Su propósito no es matar, sino subyugar la voluntad de quien lo lleva cerca por mucho tiempo. No es para un asesinato rápido; es para un control lento y psicológico.

Lyra sintió un escalofrío.

—Mi padre lleva veinte años durmiendo cerca de esa pared. ¿Está insinuando que el Rey Theodoric ha estado bajo control mental?

—Insinúo que el Concilio ha estado sembrando la sumisión en la mente de su padre. Por eso ha ignorado las advertencias, por eso se ha vuelto tan pasivo políticamente —aseguró—. Ellos lo quieren lo suficientemente dócil como para firmar tratados autodestructivos, pero lo suficientemente cuerdo como para mantener la estabilidad.

Kaelan levantó la mirada y la fijó en ella.

—Y ahora, ellos lo están acelerando. Necesitan que el matrimonio se cierre para obtener acceso libre a su corte y a usted.

Lyra se frotó las sienes. La conspiración era más profunda y personal de lo que había temido. Su padre no era simplemente un gobernante débil; era una víctima.

—Debemos confrontar a Marius. Ya no podemos esperar.

—No,— replicó Kaelan, categórico. —Marius es un peón. Si lo eliminamos ahora, el Concilio sabrá que hemos descubierto la bóveda. Necesitamos que Marius piense que todavía estamos ciegos y distraídos.

—¿Distraídos con qué?

Kaelan sonrió, y Lyra deseó que la tierra se la tragara. No era una sonrisa de alegría, sino una exhibición de dientes de estratega.

—Con lo que esperan. Deseo y celos. El Gran Baile es esta noche. Vamos a darles el espectáculo que quieren. Lyra, vas a actuar como una mujer consumida por la pasión y la confusión. Y yo voy a actuar como el Príncipe que ya te considera suyo.

La orden de intensificar su farsa puso a Lyra al límite. Ella podía tolerar el trabajo encubierto, pero odiaba esta exposición forzada de una vulnerabilidad que no existía. Con un profunda inhalación y los dientes apretados, Lyra sonrió. Todo sea por su reino.

෴ლ෴

La noche cayó y el Gran Salón se llenó de música y murmullos. Lyra, enfundada en un vestido de seda escarlata que la hacía parecer una llama, entró del brazo de Kaelan. En lugar de mantener una distancia formal como en la gala anterior, Kaelan la mantuvo notablemente cerca. Su mano se posó en la cintura de Lyra con una firmeza inamovible, una declaración de posesión para la corte.

Marius, que estaba cerca de las mesas de refrescos, los observaba, y Lyra notó el tic nervioso en su ojo. Estaba esperando una señal, un error.

—Marius está mirándonos—le susurró Lyra a Kaelan.

—Bien. Dale una razón para que se sienta incómodo—respondió Kaelan, e inmediatamente la atrajo hacia sí para iniciar un vals.

La danza era rápida y exigente. Kaelan era un bailarín sorprendentemente hábil, moviéndose con la misma precisión que en la oscuridad del Archivo. Pero la proximidad era insoportable. Él la sujetaba con una fuerza que no era necesaria, sus ojos fijos en los de ella con una mirada penetrante que no tenía nada de romántica, sino de una intensa concentración.

—Baila como si me odiaras, pero me desearas a pesar de ti,—siseó Kaelan, girándola bruscamente.

—Yo solo bailo como si quisiera que me soltaras y te clavara un cuchillo en el pie—replicó Lyra con rabia en voz baja.

—No me mientas. Sé que estás sintiendo esto,— dijo Kaelan. Y su voz se hizo más grave, sus ojos escanearon su rostro. En el siguiente giro, su cuerpo la presionó brevemente.

Él no estaba fingiendo. Había una verdad innegable en el calor que emanaba de su toque, una tensión palpable que hacía que el slow burn se sintiera como una herida ardiente.

Lyra se sintió atrapada. La audiencia pensaba que la tensión se debía al romance prohibido, pero la verdad era que el conflicto era genuino: su mente lo odiaba por su control; su cuerpo reaccionaba a su dominio físico con una fascinación que la horrorizaba.

El baile terminó. Lyra estaba casi sin aliento. Kaelan, con el rostro serio, la mantuvo sujetada de la mano, sin soltarla mientras se dirigían a la zona de las bebidas.

En el camino, Kaelan vio a un Barón menor de Veridia, conocido por su lealtad, y detuvo a Lyra.

—Lyra, mi amor, necesito que me traigas un poco de la sidra de manzana del norte. Es tu favorita, y la de Aethel es insípida— dijo Kaelan, su voz audible para los nobles circundantes, cargada de una intimidad forzada que hizo que Lyra sintiera náuseas.

—Por supuesto, Kaelan. No tardo— respondió Lyra, forzando la dulzura en su voz.

Apenas se alejó, Kaelan se giró hacia el Barón.

—Disculpe, Barón. La Princesa y yo tuvimos una pequeña disputa antes de entrar. Está enfadada porque sugerí que su primo Marius estaba siendo demasiado familiar con ella en la última gala.

El Barón abrió los ojos con sorpresa.

—¿El Duque Marius, Alteza? Él siempre ha sido... un poco efusivo.

—Lo sé—continuó Kaelan con un tono de celos controlados.— Pero un futuro marido tiene derecho a establecer sus límites. Temo que tendré que darle una pequeña lección de propiedad a Marius mañana por la mañana.

Lyra, que regresaba con la sidra, escuchó las últimas palabras. El mensaje era doble: para la corte, Kaelan era un novio celoso; para Marius, era la última advertencia antes de la confrontación. Kaelan la había usado para crear una narrativa de celos, la había pintado como un trofeo disputado para enfurecer a Marius.

Ella le entregó la sidra con la mano temblando de rabia.

—Gracias, mi querida Lyra. Eres tan obediente— susurró Kaelan en su oído, pero sus ojos se entrecerraron en un desafío silencioso.

Lyra bebió su sidra de golpe, sintiendo que la humillación la quemaba.

—No olvides, Kaelan, que el hechizo de la obediencia es solo para mi padre. Yo no soy dócil. Y si me haces pasar por obediente una vez más, te prometo que el cuchillo en el pie se convertirá en una espada en tu corazón. Mi deseo no es el tuyo.

El Príncipe la miró, la burla desapareció, reemplazada por una admiración sombría y sincera.

—No lo pondría en duda, Lyra. Mañana, confrontaremos a Marius. Prepárese para la batalla más sutil de su vida.

El resto de la noche se dedicó a mantener la farsa. Se rieron en voz alta, discutieron en voz baja y se quedaron más tiempo del necesario en la galería, donde Lyra lo golpeó con el abanico, mientras Kaelan la sujetaba del brazo para que no se fuera. La corte se fue convencida de que su matrimonio sería tempestuoso, pero inevitablemente apasionado.

La alianza había tomado una forma peligrosa: la de una mentira pública que amenazaba con volverse aterradoramente real.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP