Marcos
Luego de haberme ido de la casa de mis padres, llamé a mi mejor amigo y le pedí que me diera un espacio para dormir por unos días. La madre de Aaron, a quien yo llamaba “Tía Carmen”, me acogió sin problemas y me acomodó en una de las habitaciones desocupadas de su casa. Le di las gracias y le prometí pagarle, pero ella se negó. De todos modos, de alguna manera pagaría mi estancia en la casa de ellos, ya que entendía que ella trabajaba para mantener a mi amigo y que no tenían apoyo económico por parte del padre de Aaron, por lo que mi idea no era aprovecharme del cariño que me tenían.
Era lunes, por lo que Aaron debía asistir a la universidad. Mi madre adoptiva partió muy temprano a su trabajo y yo me quedé completamente sola en esa enorme casa.
Pensé en que Aaron llegaría muy cansado de la universidad, por lo que, luego de levantarme, me tomé la molestia de hacer aseo en la casa y de cocinar su plato favorito; era lo mínimo que podía hacer. Estaba revolviendo la salsa blanca pa