CAPÍTULO 5

Por más que trato de sostenerme no consigo muy bien el equilibrio, me siento muy nerviosa y mareada. Estos zapatos de tacón tampoco me ayudan. Pero bueno, ese no es el caso, ahora debo tener confianza. Espero que todo esto que estoy haciendo no sea en vano y pueda salvar la vida de esa persona que ni siquiera se merece que yo arriesgue mi pellejo, pero aún así lo hago, y todo por conocerlo: mi padre.

—Señorita... ¿Se siente bien? —Donna toma mi mano—. Está fría.

—Estoy bien, entremos.

Distraigo mis pensamientos y entro a la sala de juntas. Es un lugar amplio y muy elegante. Lo más importante, es que está lleno de caras desconocidas y refinadas.

—Tengan muy buenas tardes —saludo a todos lo más cordial que puedo.

—Buenas tardes... Pase, sea bienvenida señorita Sanders, la estábamos esperando.

Una mujer alta y de cabello oscuro me recibe amablemente. Tomo asiento donde me indican, al lado de tres personas, habemos siete en total.

—Mucho gusto señorita Sanders, soy Maia la encarga de recursos humanos. Como verá, usted es la nueva imagen de la marca, por ende, hemos traído un contrato de confidencialidad y otro donde se dispone a prestar sus servicios por tiempo indefinido a partir de hoy. No son muy largos, constan de dos páginas cada uno...

Exhalo y sonrío despacio al recibirlos. ¡Vaya que son directos!

Leo con detenimiento y no veo nada que pueda ponerme en desventaja, o perjudicarme, así que firmo ambos contratos y estrecho la mano de la mujer que me sonríe con agrado. Hoy inicia una nueva vida para mí y para mi hijo, también espero saldar la deuda con ese mal hombre y no meterme en problemas otra vez.

—Cariño, mi nombre es Paolo y déjame decirte primero que todo, que eres preciosa y muy elegante. ¡Eres una muñeca! A ver, a partir de hoy seré tu asesor de imagen. Me verás hasta en tu sopa, querida... Pero tú ni te incomodes, que yo soy un ángel... —El pelinegro muy simpático, dice aquello con tanta alegría que me contagia al instante.

—Es un gusto Paolo, tú también eres muy apuesto...

—Lo sé, querida, lo sé... Bueno, tú ve y haz tu día normal, pero te pediremos que vayas a un centro comercial y que entres a comprarte algo, no sé, un latte sin azúcar, lo que tú quieras... Luego regresarás a tu apartamento y vendrás aquí desde mañana, necesitas clases de etiqueta y protocolo, pasarela y cómo andar con zapatos de tacón. De aquí a un mes serás toda una diosa, tú quédate en mis manos...

Funzo el ceño y la encargada de recursos humanos me observa con detenimiento.

—Nuestro equipo se encargará de tomarte algunas fotografías y filtrarlas a través de la internet, esto para crear expectativa acerca de ti y las otras nueve integrantes. Es algo rutinario, nada en el mundo de la moda es coincidencia, todo está planeado con antelación.

Me relajo y sonrío, si es así no hay problema.

—Oh, entiendo, no hay problema, se hará como ustedes digan, son los expertos. Estoy muy contenta por formar parte de su equipo. —Sonrío ampliamente.

—Lo sabemos, no cabe duda que usted es la indicada. Muy bien, ha sido un gusto, la esperamos desde mañana por aquí. Cuídese y tenga buen día.

—Hasta mañana, preciosa. Nos vemos... —Paolo se despide con un beso en la mejilla.

—Hasta mañana... —Me despido de todos con un apretón de manos y me marcho.

A mi parecer, hasta ahora todo marcha muy bien y espero que siga así.

UN MES DESPUÉS...

Desde aquel día no he parado de recibir atención, mi rostro está por todas partes. Todos tienen sus ojos sobre mí y cada movimiento que hago, es como si tuviera una cámara de vigilancia apuntando hacia mi cuello. Es un poco estresante, pero lo llevo con calma.

Respecto a la deuda, ya ha sido saldada y esos malos hombres no han vuelto a molestarme.

Mis clases han ido bien, puedo decir que me siento preparada para salir a las pasarelas. He practicado ocho horas diarias, ha sido intensivo. Las primeras dos semanas tuve mis pies destrozados y me caí muchas veces. He aprendido cosas que nunca imaginé y puedo decir que me encanta mi trabajo, estoy contenta, nada podría arruinar este nuevo sentimiento de plenitud que me embarga. Después de haber tenido a mi hijo me sentía con más seguridad y fuerte, pero esta experiencia me ha hecho descubrir que tenía muchísimo más en mí para dar.

He asistido a entrevistas donde me halagan y dicen que soy hermosa y que tengo mucho carisma. Eso me llena, pero no quiero que la fama se me suba a la cabeza, debo mantener la humildad. Pronto será el primer desfile donde nos presentarán a diez mujeres y diez hombres, de los cuales yo seré la imagen principal. No me lo creo, me siento como en un sueño.

Mi teléfono suena con insistencia, así que respondo con prisa, se trata de la profesora de mi hijo, me pide que vaya inmediatamente al hospital.

Agarro mi bolso y salgo corriendo de la agencia, no me molesto en informarle a Donna o pedirle a mi chófer que me lleve, salgo corriendo y tomo un taxi. Al llegar, entro a la sala de emergencias y encuentro a la maestra, su rostro muestra preocupación.

—¡Maestra! ¿Qué le pasó a mi bebé? ¿Dónde está Erick?

—Señorita Meryl... Verá... Erick, se descompensó en el salón de clases, mientras cantábamos una canción... Yo..., he estado esperando los resultados de sus análisis de sangre... —responde, muy conmocionada.

—Iré a averiguar... —Me alejo de ella y avanzo hacia la recepción.

Pregunto por mi bebé y me dicen que espere un par de horas más, hasta que finalice el período de observación y salgan los resultados.

Dios, ¿qué haría si algo malo le ocurre a mi niño?, me muero.

Espero durante esas dos horas que me parecen un día entero. Noto que el médico maneja el estado de mi hijo con cierto misterio, como si me estuviera ocultando algo.

Finalmente llegan los dichosos resultados de los análisis, el médico encargado me los entrega y permanece a la espera. Abro el sobre despacio y leo con detenimiento, el calor se concentra en mi rostro y siento palidecer cuando veo aquello. No puede ser, mi hijito no puede tener algo como eso.

—¿Asma? —pregunto, con incredulidad—. Siempre tuvo tos y gripes constantes, pero su pediatra decía que su salud estaba bien...

—Ya le hemos dado el alta, pero su niño presenta un cuadro severo de asma. Se le enviará terapia y un aspirador que deberá tener a la mano en todo momento y debidamente lleno, en caso que se presente un ataque o crisis como la de hoy. Su niño se descompensó debido a la falta de oxígeno que tuvo por unos segundos. Usted deberá estar muy pendiente, ya que en otra ocasión no creo que el niño corra con la misma suerte. También le pediré que evite actividad física que lo agite demasiado. Que se mejore, con permiso...

Cierro los ojos y respiro profundo. Vamos a salir de esto, lo sé. Me dirijo hacia la habitación para recoger sus cosas e irnos a casa. Lo veo allí, acostado en esa camilla tan blanca e inmaculada.

—Cariño... —Corro hacia él y lo abrazo con fuerza.

—¡Mami! —grita emocionado, tiene un poco de tos.

—Mi amor, ¿ya estás mejor? Mami te extrañó muchísimo.

—Sí mami... —responde de inmediato y se pone a jugar con su dinosaurio.

Recojo los juguetes, le pongo los zapatos y el abrigo; nos marchamos de ese lugar abrumador hacia el departamento, para que descanse.

Cuando hemos llegado, Erick corre hacia su habitación para jugar. Su cuidadora aparece luciendo muy preocupada y yo le explico la situación. De repente, mi teléfono suena con insistencia, es Donna y me pide que vaya urgentemente, que el señor Jhon quiere verme ya mismo. Su tono de voz era asustado y eso me asusta a mí también.

¿Qué hago? ¿Me quedo cuidando a mi hijo o voy corriendo a la agencia?

Me despido de mi hijo y le prometo que volveré en un rato con un lindo regalo para él, asiente muy contento y nos despedimos con un abrazo. Quisiera quedarme a su cuidado, pero simplemente hay problemas en el trabajo...

Salgo corriendo hacia la agencia y Donna llega a mi encuentro con mucha prisa, corremos hacia el tercer piso, donde se encuentra mi equipo de trabajo. Al llegar, todos se dirigen a mí con un poco de indiferencia, parecen muy ocupados. No entiendo el porqué de ese comportamiento, es como si estuvieran distraidos en otro asunto más importante, como si no pudieran manejar el estrés.

—¿Ocurre algo? —De repente me encuentro haciendo aquella pregunta.

Algunos giran sus rostros hacia mí y desvían la mirada de sus computadoras. Pero alguien irrumpe en el lugar, la puerta se abre de una forma casi estruendosa. Es una mujer que luce vestida demasiado elegante para la ocasión, sus rizos son rubios y tiene una mirada oscura, podría decir que odiosa. Lanza unas carpetas sobre el escritorio, ni siquiera se molesta en saludar o ser prudente.

¿Qué es lo que ocurre? No estoy entendiendo nada.

—¡¿Cómo es posible?! ¿Es eso cierto?

Todos se levantan de sus asientos y mueven la cabeza de forma afirmativa, incluso yo doy un respingo sobre mis pies. Donna abre los ojos casi como platos y me observa expectante, como si yo no tuviera por qué haberme enterado de eso. Pero, ¿de quién habla esa mujer?

—Usted se refiere a... —Una de las ejecutivas parece que no sabe nada.

La rubia de rizos se lleva las manos a la cabeza y asiente.

—Juro que yo no sabía nada de esto... —Parece sopesar lo próximo que dirá—, no puedo seguir en esta empresa. Pronto pasaré mi carta de renuncia y hablaré con él sobre esto. Fue un gusto ser su gerente y trabajar con ustedes. Con permiso..

Ay no... ¿Ella es la famosa gerente? Creí que era un hombre. Y al parecer ya descubrió lo que habia en ese maldito paquete. Ese imbécil que me amenaza debe estar divirtiéndose a sus anchas con todo esto.

—¿Alguien puede explicarme qué es lo que ocurre? —Le susurro a Donna.

Ella se tensa y después me toma del brazo.

—Esos son asuntos internos de la empresa, señorita Sanders. Mejor vámonos...

—No, yo de aquí no me muevo.

Un hombre me interrumpe. Su rostro se ve airado.

—Nos disculpará, pero ahora no tenemos tiempo. Nos marchamos.

Y así comienza un desfile de ejecutivos que avanza hacia la salida, uno tras otro, dejando el trabajo tirado.

¿Me han dejado plantada y en mis propias narices, no? Ahora sí que entiendo menos.

—¡No me lo creo! ¿Por qué se van? ¿Qué les hice yo? —Le hablo de nuevo.

—Le comunicaré al señor Jhon todo lo que está pasando, es necesario que lo sepa.

—Pero claro que sí. Me han dejado hablando sola, eso es terrible. —Suelto una risita de frustración.

Donna niega.

—Es más horrible la razón por la que todos se han marchado...

Mi ceño se arruga al escuchar aquello. Pero cuando voy a decir algo más, ella se queda casi petrificada y viendo hacia la salida.

—Sanders, a mi oficina, ahora...

Mis ojos se abren.

Es la voz inconfundible de Jhon. Al girarme, ya no se encuentra ahí. Donna me mira aterrada y yo solo corro detrás de él, siendo perseguida por ella.

Subimos al último piso y salgo del ascensor, directo hacia la puerta doble de su oficina, toco dos veces y me pide que pase. Donna se queda esperándome en el pasillo.

Entro despacio, siendo el objetivo de dos ojos mieles que de repente me ven muy sorprendidos, quizá porque mi aspecto y vestir son muy diferentes a cuando me conoció. Me observa de pies a cabeza y desvía la mirada.

—Tome asiento.

—Muy bien, aquí me tiene señor. ¿Sucede algo?

Tomo asiento donde él me indica, frente a frente.

—No tiene que seguir fingiendo conmigo. ¿Por qué lo hizo?, ¿quién le pagó para arruinar mi imagen? —Se acerca a mí.

Trago grueso.

—No entiendo, ¿a qué se refiere?

—¿Ah no? ¿Quién ingresó a mi agencia, entró sin autorización a la oficina de la gerente y dejó un sospechoso paquete que hoy tiene a mi marca y a mí en una posición muy incómoda? —Afloja la corbata y se peina el cabello rojizo hacia atrás, mostrando una quijada tan altiva y sensual.

Agacho la mirada y me llevo una mano a la boca, estoy muy apenada. No sé cómo explicarle. Y lo peor es que ahora me doy cuenta que él siempre ha sido Jhonson Wayne, me siento mucho más avergonzada.

—Señor, yo no sabía lo que había ahí dentro. He sido obligada a hacerlo, sino, mi padre iba a morir por culpa de una deuda que tiene. Yo... solo hice lo que me pidieron...

Me toma por sorpresa su cálida mano, la cual eleva mi barbilla y hace que lo mire a esos ojos llamativos y enojados. Nos vemos de frente, es como si quisiera atravesarme por entero hasta meterse en mi cabeza.

—¿Cuánto dinero debe su padre? —pregunta, de repente y sin esperarlo.

—Debe cincuenta mil... —respondo, con un tono de voz bajo y avergonzado.

Regresa a su sitio y deja una carpeta sobre la mesa.

—¿Ve eso? Es un contrato. Le ofrezco cien mil para saldar la deuda de su padre, pero... a cambio usted deberá casarse conmigo. Nos casaremos dentro de un mes y en un plazo de un año nos divorciaremos. Todo esto es para desviar la atención del escándalo sobre mi verdadero padre, del que ahora toda Inglaterra sabe que soy el hijo ilegítimo de un magnate y criminal buscado...

Me llevo la mano al pecho y toso en varias ocasiones, no puedo creer lo que me está proponiendo. Me levanto del asiento con violencia.

—¿Qué? ¡No podemos hacer algo como eso! ¡Sería un engaño!

Mi largo cabello se sacude debido a mis gestos.

Jhonson suelta una leve risita burlona.

—Y si no se acallan los rumores y la persecución de los medios, mi imagen y marca se irán a la ruina dentro de poco tiempo. Usted me metió en todo esto, y usted me sacará...

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo