Al día siguiente.
Marella decidió ir a su trabajo, se reunió con su jefe.
Estaba muy nerviosa.
—Marella, que bueno que viniste, hay algo de lo que debemos hablar, pero ¿Cuál es tu petición?
—Señor Estrada, tengo un problema muy grave, es personal, ¿podría hacerme un préstamo urgente?
El rostro de su jefe parecía renuente.
—Lo siento, Marella, no puedo hacerlo.
Marella se sintió sin esperanza, pero el hombre tomó un cheque y se lo dio, junto a una carta.
—¿Qué es esto? —no era una cantidad de dinero despreciable, pero Marella no entendía nada.
—Esto… es tu liquidación, Marella, estás despedida.
Los ojos de Marella se abrieron en pánico, ¡no podían despedirla ahora!
Lanzó un suspiro agotado.
—¡¿Qué hice mal?!
—Lo siento, Marella, nuestra empresa es muy cercana al conglomerado Aragón y como sabes…
Marella asintió, tenía una sonrisa amarga en la cara, lo entendía todo, se trataba de Eduardo cerrándole las puertas, era increíble como hace menos de un mes era su prometido y ella era una pers