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Capítulo 8: No puedo respirar

Esa voz… No podía ser cierto.

Con mis brazos aún cubriendo mi rostro, me atreví a mirar al hombre que entraba con su porte imponente. Cabello castaño oscuro, ojos grises, rasgos severos. Alexander.

Él estaba aquí, con su expresión endurecida, dirigiéndose a mi padre, quién seguía a mí lado.

Aún no podía respirar y me dolía la cabeza horriblemente, pero por alguna razón, sentí mis extremidades más livianas y la tensión en mis hombros, desapareció. Me atreví a bajar las manos, descubriendo mi rostro.

Sus ojos se encontraron con los míos, pero estos rápidamente se desviaron a mis mejillas. Pude ver el momento exacto en que su expresión de estupefacción dominó sus facciones. Apretó la mandíbula.

Me mordí el labio inferior, sintiéndome un monstruo porque seguro debía tener el rostro hinchado y marcado. Las lágrimas corrían por mis mejillas ya lastimadas y mi cuerpo temblaba violentamente.

Aparté la mirada, hundiéndome aún más en el sofá.

Quería desaparecer, quería irme. Quería… Quería
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