Una vez que estuvimos en la mansión, todo estalló.
—¡Te dije que fueras a la mansión! ¿Por qué me desobedeciste? —Su voz era fuerte, severa y cargada de un reproche que no dejaba espacio a dudas—. ¿Sabes lo peligroso que fue eso? ¿Lo qué te pudo haber pasado? —Yo no… —Traté de decir, pero su arrebato seguía escalando. —¿Sabes lo que te pudo pasar si no me hubiese dado cuenta? —Avanzó en mi dirección, encerrándome entre la pared y su cuerpo. El olor de su perfume masculino inundaba mi nariz, mezclado con el ligero olor del whisky en su aliento—. ¡Ese maldito iba a abusar de ti! ¿Cómo se te ocurrió entrar a ese club? Sus ojos grises brillaban, pero no de emoción. Era rabia. —Fui porque tú estabas ahí —Me atreví a decir sin titubear, pero no pude impedir que mi voz temblara—. Estabas en ese lugar, viendo a esas chicas, mientras me ordenabas ir a la mansión. Él agrandó los ojos, sorprendido que por primera vez en tres años, le haya respondido. Hasta yo estaba sorprendida de que esas palabras hayan salido de mi boca. —¿Y qué debía hacer después de encontrar a mi esposa coqueteando con el hombre que la abandonó en el pasado? —gruñó, frunciendo el ceño—. ¿Vas a fingir que te importo como esposo cuando ni siquiera quisiste este matrimonio en primer lugar? Sus palabras me golpearon directo en el estómago. —Yo… Yo lo hice solo porque estaba preocupada de que te grabarán y lo publicarán —dije demasiado rápido—. Y que mi padre se enterara, eso es todo. Su mano fue a mi mejilla y giré la cabeza rápidamente, cerrando los ojos y apretando los dientes con fuerza. En espera del golpe. Los segundos pasaron y el impacto nunca llegó. Pensé que me golpearía como lo hacía mi padre cuando le contestaba, pero al abrir los ojos, él me estaba mirando con un gesto desconcertado. Parpadeó varias veces, retrocediendo, como si lo hubiera apuñalado. Respiré profundo, percatándome de que había malinterpretado sus acciones y él se había dado cuenta. —Vete a tu habitación y no salgas hasta que yo diga lo contrario —dijo con los dientes apretados antes de desaparecer de mi campo de visión. Me había quedado a mitad del pasillo, con la boca abierta. Él acababa… ¿De castigarme? Como si yo fuera una adolescente rebelde. Cerré los puños, con la rabia burbujeando dentro de mí. Y aún así, lo obedecí. No por él, sino por el miedo a las represalias, porque si él perjudicaba a mi padre, entonces, se desquitaría con mi madre. Me encerré en la habitación, pensando en lo que había ocurrido y en cómo en una sola noche, me atreví a desobedecerlo y a discutirle. Algo que no había hecho en toda nuestra vida matrimonial. Se sintió bien, pero al mismo tiempo, lo odie. Él era demasiado autoritario y siempre esperaba que yo bajara la cabeza y eso me enfurecía. Antes de que me diera cuenta, estaba dibujando en una de las hojas del blog de dibujo, nada de pintura, ni colores. Un simple lápiz negro. Mi mano se movía por si sola mientras descargaba todos mis sentimientos en el lápiz. Una vez que terminé, hice otro dibujo en una hoja, y otro, y otro, y otro. Una vez que me sentí drenada, observé mis creaciones. Todos eran dibujos de Alexander; en una tenía la boca excesivamente grande, en otra la nariz, otra los pies y así iban. Me sentía mejor después de eso, pero también… Vacía. Porque estos dibujos no cambiaban mi vida, yo seguía estancada mientras que mi esposo, mi padre e inclusive mi exnovio, parecían superarse a ellos mismos. Y yo no podía quedarme atrás. Fui al celular y busqué la página oficial de la editorial Cumbre, encontrándome con el correo que se encargaba de la convocatoria de ilustradores. Respiré profundo mientras llenaba el formulario, repitiéndome a mí misma que estaba haciendo lo correcto. Le tomé una foto a todas mis creaciones, incluso las que acababa de realizar y también anexé las que había realizado digitalmente hasta ahora. Con los ojos cerrados y la presión oprimiéndome el pecho, lo envié. No podía creer lo que había hecho, que fuera capaz de hacerlo. Una sonrisa se extendió en mi rostro. Ni siquiera sabía si me iban a contratar, pero solo el hecho de que lo haya intentado, era un logro para mí. Una notificación llegó y fue todo lo que necesité para que la sonrisa de borrará de mi rostro. “Kiara, por favor, habla conmigo. Te estaré esperando en la habitación 1120” No era un número registrado, pero yo sabía a quien le pertenecía: Marcos Kent. ¿Cómo ese maldito había conseguido mi número? Tiré el celular sobre la cama, sintiendo como ese infeliz podía acabar con mi buen ánimo de un solo golpe. El muy descarado solo volvió para hacerme la vida más difícil y no se lo iba a permitir. Necesitaba dejarle claro que esto se acabó, que ya no lo amaba y en especial, que dejara de meterse en mi vida. Tenía que acabar con esto antes de que escalara de nivel. Esperé a que Alexander se fuera a trabajar a primera hora de la mañana para escapar de la mansión, lo cual me resultó más fácil de lo que pensé. Solo tuve que convencer a los guardias de la entrada de ir a desayunar unos deliciosos sándwiches que preparé y salir por la puerta principal como si nada. Llevaba tres años viviendo aquí y ni un solo intento de escape, así que no tenían nada que sospechar. _________________ Toqué la puerta de la habitación de hotel una vez y fue todo lo que necesité para que Marcos la abriera. Sus ojos marrones se encontraron con los míos y una sonrisa floreció en su rostro. Muy distinto a mi expresión enfurecida. —Kiara, gracias por venir. Entra, por favor —Estiró su mano en mi dirección para tomar mi brazo, pero lo esquivé, pasando a su lado y entrando en la habitación. Él cerró la puerta y retrocedió unos pasos, dándome espacio para que avanzara, pero me mantuve de pie cerca de la puerta, cruzada de brazos. —Dilo rápido, Marcos. No tengo todo el día. —Kiara, por favor… —Suspiró, dándose cuenta de mi actitud—. Déjame explicarte. Lo de tu padre… Fue un error. Yo era joven, tenía miedo, estaba endeudado… Pero he cambiado. Mírame. Ahora tengo poder, dinero. Puedo sacarte de aquí. Podemos empezar de nuevo, lejos de todos ellos. Lo miré, realmente lo miré. Y ya no vi al chico del que me enamoré. Jamás me interesaron los lujos o el dinero, yo solo quería estar con un hombre que me ame. —No —dije, con una firmeza que me sorprendió—. No quiero empezar de nuevo contigo. Vine aquí porque quería decirte, frente a frente, que lo nuestro acabó hace tres años, cuando aceptaste ese dinero. Me vendiste. Me entregaste a otro hombre. Ahora soy una mujer casada, Marcos. Tú mismo me pusiste en bandeja de plata frente a Alexander. Así que no. No hay segunda oportunidad. Pude ver como mis palabras lo afectaron.. —¿Estás eligiéndolo a él? ¿Después de cómo te trata? —No lo estoy eligiendo ni a él, ni a ti —dije sin titubear—. Me estoy escogiendo a mí misma, por primera vez en mucho tiempo. Fue todo lo que dije antes de abrir la puerta de la habitación. Antes de salir de la habitación, lo escuché decir: —Encontraré la forma de sacar a Alexander del camino. Pero no me importaba sus amenazas ni entrar en una nueva discusión con él. Ya no, no ahora que sentía que por fin me había quitado un gran peso de encima. Ese nudo que tenía aforado en mi garganta después de su partida, por fin se desató. Salí del hotel y me di cuenta que estaba caminando directo a la mansión. Me detuve, observando a mi alrededor. ¿Cuándo fue la última vez que estuve sola, lejos de la mansión? Solo salía a los eventos con Alexander, del resto estaba encerrada. Giré sobre los talones, dando media vuelta. Aunque sea por hoy, gozaré de la libertad que me arrebataron. Además, me eché protector solar. No corro riesgo de quemarme. Caminé por las calles, observando a las personas, mirando las tiendas, hasta que llegué a un parque. Era hermoso y todo estaba lleno de vida y colores. Cuanto deseaba poner dibujar en estos momentos. Estuve un rato en el área verde, disfrutando de la naturaleza y memorizando cada rama frente a mis ojos, para después dibujarla cuando llegara a mi habitación. Mi paz fue interrumpida por mi celular. Pensé que era Alexander, que se había dado cuenta de mi escape, pero fue aún peor. Era el mismísimo demonio del inframundo: Mi padre, Federico Banks. “Ven a casa inmediatamente”