Capítulo 43: Marca expuesta
Me atreví a levantar la vista con los ojos bañados en lágrimas. Y ahí estaba, mi esposo, en el marco de la puerta, con su imponente figura bloqueando la salida. Sus ojos grises siempre fríos, parecían arder en el mismísimo infierno al observar la escena que tenía frente a sus ojos. Yo, tirada en el suelo junto a la cama, llorando y temblando, con el camarero arrodillado frente a mí.

Nadie fue capaz de decir nada. O más bien, no tuvimos tiempo, ya que se abalanzó sobre el camarero. El puño de Alexander impactó contra su mandíbula y pude escuchar un crujido seco. El desconocido soltó un alarido, chocando contra la pared.

Todo ocurrió en cuestión de segundos.

—¿Qué carajos le hiciste? —rugió Alexander, agarrándolo por el cuello de la camisa y estrellándolo aún más contra la pared—. ¡Responde, maldito sea!

—¡No fui yo! —gritó el camarero, con los ojos agrandados y un hilo de sangre escapando de su labio inferior—. ¡Lo juro! Había… Había otro hombre aquí. ¡La tenía contra la pared
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