Coincidencia…
Tal vez lo era.
Tal vez Marcos si estaba en la ciudad y me lo encontré en las calles de París, pero debió ser una coincidencia. Sí, era eso. Debía estar aquí para conseguir las mismas propiedades que Alexander y mi mente paranoica me hizo creer que era por mí, que me estaba persiguiendo como un acosador.
Negué con la cabeza ante reverenda tontería. No había razón para creer que alguien de su nuevo estatus estuviera detrás de mí. Ya habíamos terminado hace tres años y se lo confirmé este mismo mes. No había dejado espacio a dudas, a malinterpretaciones.
Marcos era parte de un pasado que estaba sucio y quería borrar a como diera lugar. Es más, era un error que no debió ocurrir y que ahora solo me causaba arrepentimiento.
¿Cómo pude estar tan ciega? ¿Cómo pude dejar que ese hombre me besara tantas veces? Solo con pensar en sus mentiras, en sus sonrisas falsas y su supuesta preocupación por mí, me hacía hervir la sangre.
—¿En qué carajos piensas? —La voz de Alexande