De más está decir que no dormí esa madrugada, y despaché al “Stewie” apenas abrió medio ojo. Al volver de casa de su amigo, Nahuel me encontró en pleno paroxismo de limpieza, fregando como si quisiera arrancarle viruta hasta al mármol de la mesada.
Saludó al pasar hacia su cuarto, sin hacer comentarios sobre la peste a lavandina, ni Slot Coin sonando a un volumen que se oía desde la planta baja, ni mi cara, que seguramente evidenciaba demencia terminal. Se animó a volver a salir a eso de las dos de la tarde, mientras yo rasqueteaba el horno con ahínco homicida, y se asomó a la cocina con aire de quien busca algo de comer en pleno apocalipsis, si no es mucha molestia.
Reaccioné lo suficiente para prepararle unas hamburguesas y sentarme a acompañarlo mientras comía, aguantando las ganas de seguir limpiando y fumando como una locomotora.
Masticando c