Lalo Ragolini respondía preguntas y daba instrucciones de último momento antes de irse de su oficina en Vector Producciones, cuando vio venir a su gerente general, que le hizo su seña discreta de que tenía que decirle algo importante, en privado, ya mismo. Ragolini fue a su encuentro intrigado. Pablo era un tipo tranquilo, eficiente a nivel Terminator, y era raro que se le apareciera así, sin previo aviso.
El gerente lo guió a la sala de reuniones más cercana, lo hizo pasar, cerró la puerta y se apoyó en ella como para contener una horda de zombies. Se tomó un momento para buscar la mejor forma de dar la noticia.
—¿Qué pasa, boludo? —preguntó Ragolini, entre intrigado y divertido.
—Tenés… Tenés una llamada de larga distancia —dijo Pablo con cautela.
La cara de Ragolini fue un cartel pre