Ella pasó dos minutos enteros sin siquiera tipear.
“Mierda. Tal vez no debería decirte esto, y creo que es exactamente por eso que lo voy a hacer. Ahí tienes la medida de lo retorcida que puedo ser.”
Siguió otra pausa eterna para los dos hombres inmóviles en la cocina silenciosa.
“¿Recuerdas lo que te conté del concierto de Slot Coin? ¿Lo que experimenté ese día?” No esperó respuesta. “Pues eso es lo que sentí hoy al mediodía, Stewart. Ahí estaba, caminando en medio de una multitud por una zona muy transitada, camino al subterráneo, cuando de pronto, sin previo aviso, esto… Esas gotas salpicándome la cara y el calor en mi pecho, y se me llenaron los ojos de lágrimas, y tuve que contenerme para no estallar en carcajadas.”
Finnegan miró de reojo a su amigo, que seg