Stu la observaba todavía agitado, a la expectativa de lo que haría ella a continuación. No reconoció la canción que comenzó luego de Void, y como ella la ignoró, él la ignoró también. La deseaba tanto, pero no la hubiera perturbado por nada del mundo. Sólo podía permanecer allí en el sofá, contemplándola, anhelándola, sin más alternativa que esperar que ella reparara en su presencia.
C abrió los ojos y su expresión lo hizo seguir su mirada. Sólo entonces registró su propia mano dentro de sus jeans, entre sus piernas. Alzó la vista hacia ella, turbado, y le tendió su otra mano. Era como estar otra vez en esa ducha en Roma, aislado en la urgencia que ella le provocaba, indefenso, a merced de lo que ella pudiera hacer, hacerle. Pero esta noche podía tender su mano hacia ella, porque ella estaba allí con él.
C ignoró su mudo llamado para inclinarse hacia él. Y cuando él intentó enredar sus dedos en el cabello oscuro, los ojos desenfocados clavados en sus labios, ella apartó su mano y suje