Flynn Norton comenzó a llamar a Stu apenas salió del aeropuerto, bolso al hombro, para subirse al primer taxi que halló. Llegó a la casa sin haber obtenido respuesta, y siguió intentándolo al mismo tiempo que tocaba el timbre y golpeaba la puerta. Al fin se aburrió de que lo ignoraran y rodeó la casa hacia el deck a la playa. El ventanal de la sala no estaba cerrado por dentro.
La primera sensación al abrirlo sin ruido fue el olor rancio que le golpeó cara. Encierro, tabaco, comida vieja. Respiró hondo el aire marino antes de entrar y encontró a Stu dormido en el sofá a la izquierda del ventanal. La boca abierta, los lentes en equilibrio sobre la punta de la nariz, la mano derecha colgando más allá del brazo del sofá con una cerveza vacía justo bajo sus dedos, las piernas estiradas y separadas. Lo oyó roncar suavemente.
Alzó las cejas con una mueca, todavía de pie en el umbral. Miró hacia el interior de la casa. Nada. Sombras, silencio espeso como polvo de años. Dejó el ventanal abier