Con la vista perdida en el escaso tránsito del domingo por la mañana, a Stu le resultó gracioso que la actitud de C lo sorprendiera tanto. Pero lo cierto era que no había esperado que fuera ella la primera en necesitar un momento de soledad. Y no tuvo más alternativa que reírse de sí mismo, por la soberbia implícita en su reacción.
De vuelta en el hotel, encontró a Mariano esperándolo para dar el visto bueno a las correcciones de los contratos, y si no quería cambiar nada más, firmar el suyo.
Tan pronto estuvo solo, se derrumbó en la cama con el firme propósito de dormir al menos hasta el mediodía.
Reaccionó lo suficiente para declinar una salida a almorzar con los Finnegan. Y hasta recordó pedirle al guitarrista que le prestara su tablet, para no andar cargando con la laptop de Liz por todo el hotel.
Poco después se pidió algo de comer y subió al solárium, con ánimos de nadar un rato, disfrutar el sol y seguir descansando.
Se sentía mucho más tran