Capítulo 39. Desesperacion de Lucifer
El aullido de la alarma en el palazzo no era una alerta de seguridad, sino una sirena de emergencia para el alma de Lucifer. Se quedó inmóvil en el centro de su vasta biblioteca, la caja de seguridad abierta, el pendrive cifrado aún conectado al ordenador. La fotografía de Elena Vespera y el audio resonaban en el eco de su mente. El Anillo del Fundador, el símbolo de su control y su promesa, se sentía como plomo frío en su puño.
Bruno entró con el rostro pálido, la guardia personal detrás de él, buscando órdenes de combate.
—Don, el perímetro está forzado en la cerca sur del jardín. Hemos encontrado rastros.
Lucifer tardó un momento en procesar. Su voz era un gruñido bajo y aterrador.
—Ella no fue secuestrada, Bruno. Huyó. Lo supo. Lo supo todo.
El silencio fue un castigo. Bruno, que había servido a la familia D'Angelo durante décadas, nunca había visto tal mezcla de rabia y devastación en el rostro del Don.
—¿Petrov? —preguntó Bruno, sabiendo que el nombre del ruso era la única