—Señorita Gibson, pídale a su madre que se retire. Quiero hablar contigo... a solas —dijo la voz femenina del otro lado de la línea, justo después de escuchar a Eva.
Había algo hipnótico en su tono. Peligroso, pero envolvente. Marcia, sin entender por qué, sintió que tenía sentido. Sin pensarlo mucho, se volvió hacia Eva y le dijo con calma:
—Mamá, por favor… vete. Necesito hablar un momento con una amiga.
Eva la miró con inquietud. Algo en la expresión de Marcia —la seriedad, el tono tenso— le impidió insistir. Asintió lentamente.
—Está bien… bajaré por algo de comida. Regresaré en unos minutos.
Antes de salir, se detuvo en la puerta y lanzó una advertencia con el corazón en la garganta:
—Marcia, por favor… no hagas nada estúpido.
—No te preocupes —respondió Marcia, con un tono impaciente.
Eva suspiró y se marchó. Apenas la puerta se cerró, Marcia la trabó con seguro, se dio la vuelta y murmuró al teléfono:
—Ahora sí. Dímelo todo. ¿Cuál es tu plan?
Del otro lado, la voz rió suavement