—Bueno... no exactamente —dijo Marcus con una sonrisa ligera—. Digamos que serás mi asistente personal. A partir de ahora, vas a seguirme a donde sea que vaya. Tendrás que cuidar todos los aspectos de mi vida diaria. Después de todo, Dylan siempre está conmigo. Así que no hay mucha diferencia entre cuidar a uno… o a dos.
Hizo una breve pausa antes de añadir con decisión:
—Lo solucionaremos de esta forma.
—Pero... pero yo...
—¿Mmm? —La mirada de Marcus se volvió más intensa, y su expresión cambió de inmediato—. ¿No estás dispuesta a asumir la responsabilidad?
Sus ojos oscuros se clavaron en Rubí, como si estuviera evaluándola. Lucía genuinamente molesto, como si ella fuera una mujer que, después de haber comido hasta saciarse, se levantaba de la mesa como si nada. La acusó sin reservas:
—Además, fui yo quien te rescató.
—Yo... lo aceptaré —murmuró Rubí, sin más salida.
Sabía que las condiciones no eran del todo justas, pero después de todo, había cometido un error. Y ahora la “víctima”